En el siglo pasado, muchas décadas antes de que nos acostumbrásemos a ver por televisión drones y robots, la URSS empleó una serie de ingenios teledirigidos en su lucha contra los invasores nazis. Por tierra, mar y aire.
El teletanque
Los teletanques soviéticos tuvieron su bautizo de fuego en la Guerra de Invierno, el conflicto armado entre Finlandia y la URSS en los años 1939 y 1940. Eran controlados por radio desde tanques de control situados a una distancia de entre 500 y 1.500 metros.
El desarrollo de esta arma había sido comenzado en el Laboratorio Central de Telecomunicaciones ya en 1929, cuando se realizaron una serie de experimentos con un tanque francés Renault.
En 1933, según explica en su web el Instituto Ruso de Investigación y Ciencia de La Ingeniería del Transporte, la Oficina Técnica Especial para Inventos Militares de Propósito Especial (Ostejbiuro), bajo el mando de Fiódor Shchukin, realizó experimentos con el tanque especial TT-18. El invento podía cambiar de dirección y velocidad, detenerse y apagar el motor para hacer estallar la carga explosiva que llevaba. Durante las pruebas demostró tener buena maniobrabilidad y ser fácil de teledirigir. Sin embargo, sus cadenas estrechas no le permitían funcionar en todo tipo de terrenos.
Finalmente se creó un grupo de teletanques, de los que fueron producidos solo 55 ejemplares entre 1935 y 1936. Se abandonó el TT.18 y se eligió el TT-26, por sus mayores prestaciones. Su armamento consistía en un lanzallamas y en ametralladoras. También podía usar bombas de entre 200 y 700 kg que eran lanzadas desde el tanque para atacar fortificaciones.
Durante los años 1938-1939, tras la reorganización del Ostejbiuro y la creación del NKOP (Instituto de Investigación del Comisariado Popular del Ministerio de Industria de la URSS), se pensó que el teletanque podía ayudar en la localización y reconocimiento de campos de minas, ruptura de barreras de alambre de acero, creación de cortinas de humo, etc.
La línea radiotelemecánica fue mejorada y protegida contra el ruido o posibles interferencias enemigas en un radio de 4000 metros. El peso de todo el sistema de control se rebajó hasta no superar los 147 kilos. Se llegó a crear un mecanismo de autodestrucción.
A pesar de todas estas mejoras, se demostró que, un sistema de tiro de precisión, todo el sistema no tenía demasiado valor estratégico. No obstante, al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, el Ejército Rojo contaba con dos batallones de teletanques.
El batallón 152 de Rovno perdió a todo su personal y material en los combates en Ucrania occidental. Los carros teledirigidos del 217 BCI. que cambió el nombre por el 51 BCI, fueron evacuados y solo combatieron sus carros de mando tripulados. En febrero del 1942 se usaron seis tanquetas no tripuladas en Sebastopol. Las enviaron, cargadas de explosivos, hacia las posiciones alemanas, dos de ellas llegaron a explotar en su destino y las cuatro restantes fueron destruidas antes de acercarse lo suficiente para ocasionar daños al enemigo.
El submarino telemecánico
Entre 1934 y 1935, también la Ostejbiuro, creó el proyecto de Embarcación Especial Submarina Autónoma, dirigido por V.I Bekauri. Se trataba de un minisubmarino (comúnmente llamados “submarinos enanos”) armado con torpedos y una carga explosiva a bordo. El control del buque se podía a realizar con radio (desde un avión o desde otra embarcación), mecánico (con un sistema de navegación automático) o, de ser necesario, manualmente por un solo tripulante.
Según puede leerse en la web ‘Top War’ entre los planes para el bautizado como “Pigmeo”, se barajó la posibilidad de anclarlo al vientre del gigantesco “barco volador” Tupolev Ant-22 para usarlo en operaciones especiales cuando al transporte, fluvial o marítimo, hacia el objetivo fuese inviable.
El prototipo del submarino fue enviado en 1936 al mar Negro para su evaluación, pero el hallazgo de puntos débiles en su diseño, así como las purgas de los años 37 y 38, paralizaron su desarrollo. En junio de 1942 el ingenio fue capturado en Crimea por el Ejército alemán, desapareciendo para siempre, aunque parece ser que los nazis lo hundieron al retirarse de la península, en la primavera de 1944, al sur de Alupka.
El teleavión
Poco después de la agresión nazi contra la Unión Soviética, se realizaron experimentos de radio control con un Tupolev TB3. La nación había sufrido grandes pérdidas entre las tripulaciones de la Fuerza Aérea roja, por lo que era prioritario devolver golpes al enemigo procurando proteger los escasos recursos humanos disponibles.
El TB3 era un avión obsoleto, pero la URSS disponía de muchos ejemplares del aparato que podía usarse como una especie de bomba volante no tripulada. De hecho, pilotos de carne y hueso hacían despegar el avión y, tras conectar el sistema de radio control, saltaba en paracaídas.
El primer intento fracasó, estrellándose el avión, pero los siguientes vuelos resultaron exitosos. La casi improvisada “bomba volante teledirigida”, que podía cargar 3.500 kilos de explosivo, fue usada en repetidas ocasiones, pero solo se conoce de una misión exitosa, el 15 de octubre de 1942. Era mucho más común que, al cortarse por cualquier razón la conexión por radio, el aparato se perdiese de forma estéril.