Latinoamérica es una montaña rusa política, donde una chispa puede encender un estallido social, como se vio el año pasado en Chile, Colombia, Ecuador, Bolivia o Perú. Aunque debilitada por la pandemia, la tensión siguió latente en las calles durante este año.
No obstante, el 2020 se cierra con aparente tranquilidad en gran parte del continente, con algunas excepciones. La calma ha llegado gracias a los procesos electorales limpios que se llevaron a cabo en las últimas semanas y a la expectativa de que el voto popular puede cambiar las cosas, en los distintos comicios que se sucederán en el 2021.
Las perspectiva de presidenciales en Ecuador y Perú, a la vuelta de la esquina, han calmado las aguas en estos países, así como en Chile, donde el 11 de abril se celebrarán los comicios para elegir a los miembros de la convención constituyente que tendrá un año para redactar la nueva carta magna, según resolvieron los chilenos al finiquitar la Constitución de Pinochet de 1980 en el reciente plebiscito. Las protestas se han frenado a la espera del inicio de la campaña para escoger a los constituyentes, que tendrán la misión de escribir el nuevo texto fundamental en un proceso inédito en el mundo, pues se hará con la luz y los taquígrafos encarnados hoy por las redes sociales.
Antes, el 7 de febrero, la primera vuelta de las presidenciales en Ecuador representarán el primer proceso electoral del año en la región; la segunda vuelta coincidiría con los comicios chilenos, el 11 de abril. Tras la masiva protesta sindical e indígena de octubre del 2019 contra las medidas económicas del presidente centrista Lenín Moreno –que se vio obligado a anular–, los ecuatorianos tendrán que decidir si van más a la derecha o quieren regresar al populismo de izquierda que encarnó Rafael Correa, refugiado en Bélgica tras su condena por corrupción. El favorito es el banquero conservador Guillermo Lasso, según las encuestas más fiables, que compite a distancia con el exministro correísta Andrés Arauz.
Cuando parecía que el vacío de poder se iba a enquistar en Perú, apareció un político moderado y conciliador como Francisco Sagasti para poner paz y llevar al país andino a las elecciones, cuya primera vuelta será también el 11 de abril. Tras la muerte de dos jóvenes en las protestas de noviembre en Lima, el mandatario centrista sustituyó al efímero y contestado Manuel Merino, el presidente conservador del Parlamento, que había destituido a Martín Vizcarra, muy popular entre los peruanos. No obstante, la salida de la crisis no está clara, ya que entre la veintena de candidatos no hay ningún favorito claro, aunque quien encabeza los sondeos –con un porcentaje pequeño– es el exfutbolista George Forsyth, que ofrece un discurso ambiguo y populista.
Más lejos quedan las otras dos presidenciales del 2021 en el continente, en Honduras y Nicaragua, ambas en noviembre. Los dos procesos se prevén movidos, especialmente en Nicaragua, donde el principal reto de la oposición al régimen autoritario del sandinista Daniel Ortega es lograr una contienda limpia y transparente. También tendrán lugar decisivas legislativas en El Salvador (febrero), México (junio) y Argentina (octubre).
Al igual que sucedió en Chile, las aguas se calmaron en Bolivia tras la repetición en octubre de las polémicas elecciones del año pasado, donde el izquierdista Evo Morales obtuvo su frustrada reelección antes de dimitir y exiliarse. El delfín del líder cocalero, el economista Luis Arce, con un perfil moderado y conciliador, arrasó con el 55% de los votos –ocho puntos más que Morales en los controvertidos comicios– y, de momento, consiguió aplacar la tensión.
Hace unos días hubo también importantes elecciones municipales en Brasil, que dibujaron un escenario confuso y paradójico: perdieron los candidatos apoyados por el presidente Jair Bolsonaro pero, sin embargo, el líder ultraderechista sigue elevando su aprobación ciudadana, aunque las presidenciales no tocan hasta el 2022.
Y la excepción que confirma la regla a la pax del voto popular se localiza en Venezuela, donde la victoria del chavismo en las legislativas de este mes –desconocida por buena parte de la comunidad internacional– no acalla a la dividida oposición, cuyo principal reto es forzar en el 2021 un referéndum revocatorio contra el líder bolivariano, Nicolás Maduro.
Otra excepción al efecto balsámico del voto es Guatemala, donde su mandatario, el populista ultraconservador Alejandro Giammattei, lleva menos de un año en el poder y ya afronta graves protestas, como la que hace unos días condujo a la toma e incendio parcial del Parlamento por manifestantes encapuchados.