El gobierno de Nayib Bukele se comprometió a recibir a las personas que soliciten el asilo tras llegar a un puerto de entrada o cruzar alguna de las fronteras estadounidenses, según el texto firmado.
El Departamento de Seguridad Interior de Estados Unidos (DHS) anunció el martes (15.12.2020) que El Salvador comenzó a aplicar un controvertido acuerdo migratorio firmado en 2019, que permite que demandantes de asilo sean transferidos a ese peligroso país.
Según este Acuerdo de Cooperación Migratorio (ACA por sus siglas en inglés) «algunos migrantes que pidan asilo o algún tipo de protección humanitaria similar en la frontera de Estados Unidos van a ser transferidos hacia El Salvador», indicaron las autoridades estadounidenses.
El gobierno de Donald Trump firmó en 2019 acuerdos migratorios con El Salvador, Honduras y Guatemala, como parte de la su política contra la llegada de indocumentados a la frontera sur.
En medio de una feroz batalla para frenar las cifras de personas apresadas en la frontera (muchas de ellas provenientes de Centroamérica) Trump amenazó a México con aranceles y a los países del Triángulo Norte con retener ayuda y gravar sus exportaciones.
Tras sellar los acuerdos, la administración de Trump reanudó la asistencia financiera suspendida para estos países de Centroamérica.
«Estoy agradecido con el gobierno de El Salvador y de forma personal con el presidente (Nayib) Bukele», dijo el secretario interino del DHS, Chad F. Wolf.
Según el DHS, en el año fiscal 2019, el 71% de los migrantes detenidos en la frontera sur eran personas provenientes de El Salvador, Guatemala y Honduras.
Según las estadísticas comparativas del Banco Mundial, en 2018, el último año en el que hay cifras para todos los países, Estados Unidos registró 5 homicidios por cada 100.000 habitantes mientras que El Salvador 52.
Las cifras de violencia han caído desde la llegada al poder de Bukele, que prevé cerrar 2020 con una tasa de homicidios de 23 por cada 100.000, una cifra todavía alta para el contexto latinoamericano.
En 2019, el país tuvo una incidencia de 35,6 homicidios por cada 100.000 habitantes, lo que implica que fue uno de los países sin guerra con más violencia del mundo.