Alfonso Armada: «El Gobierno de España es un agente de desinformación con la pandemia y la inmigración»

El presidente de la sección española de Reporteros Sin Sronteras, organización responsable de la defensa de la libertad de prensa, analiza el informe anual donde se detalla el número de periodistas detenidos, secuestrados o desaparecidos en el mundo en 2020 por ejercer su oficio

Con esa idea de que hay virtud en el sufrimiento, muchos afirmaron que la pandemia nos haría mejores. Si es cierto que los momentos difíciles sirven para reflexionar, no lo es menos que también pueden acentuar las actitudes despóticas, pues la incertidumbre de los períodos de crisis dulcifica los argumentos autoritarios o el cinismo. Según el informe sobre el estado de libertad de prensa publicado por Reporteros Sin Fronteras (RSF), las sospechas sombrías sobre las consecuencias de la pandemia parecen las más acertadas. Mientras 2020 da sus últimos pasos, un total de 387 periodistas están en la cárcel en el mundo, 54 siguen secuestrados y 4 han desaparecido. En primavera, cuando la primera ola del Covid-19 golpeó con una agresividad inesperada, se registró «un pico significativo de violaciones» contra los que se esforzaban en dar a conocer los estragos del virus. Entre marzo y mayo, el número de detenciones se multiplicó por cuatro. Con frecuencia, la legislación utilizada para frenar los contagios y el desbordamiento de los sistemas de salud, como el estado de emergencia, se convirtió en un instrumento para callar a los informadores que importunaban con su retrato de la realidad.

«Me preocupa la falta de consideración del valor de la vida», denuncia Alfonso Armada (Vigo, 1958), presidente de la Sección Española de RSF, acerca de la oscuridad informativa que rodea la pandemia y el aparente deseo, por parte de los mandatarios de algunos países, de no aportar luz que aclare esa situación. Sobre el baile de cifras de muertos en España, lamenta: «No hay datos fidedignos. La transparencia fue una de las promesas del PSOE y Podemos, pero brilla por su ausencia, y en la pandemia se ha visto de manera ostensible». Por culpa de las trabas impuestas a los fotorreporteros para hacer su trabajo, un telón negro ha tapado el retrato gráfico de la crisis sanitaria, como también ha ocurrido con la migratoria.

«En muchos temas -comenta Armada-, el Gobierno está actuando como un agente de desinformación, con su doble discurso sobre la pandemia y la inmigración». Hace unos días, el Instituto Nacional de Estadística (INE) sumó 18.577 víctimas a los números oficiales de los fallecidos por Covid-19. A principios de noviembre, el Ejecutivo que lidera Pedro Sánchez anunció que iba a crear una estructura de control centralizada para vigilar la desinformación en España, una novedad que causó suspicacias por los temores de que sirviera como coartada para controlar a la prensa. «Es una grave crisis moral», denuncia el presidente de la sección española.

La pesadilla china

Las democracias son impefectas, pero los sistemas represivos nunca son buenos compañeros de viaje de la libertad de prensa, a la que boicotean para evitar que sus tropelías, ineficiencias o abusos sean denunciados desde los medios de comunicación. Hace meses, la reacción de Pekín ante el inicio de la pandemia, silenciando a las primeras voces que alertaron de la aparición de un extraño virus en la megalópolis de Wuhan, se convirtió en un ejemplo paradigmático. Alejadas de los derechos básicos y la alternancia de poder, la ecuación no falla: el puño censor de las dictaduras estrangula a los ciudadanos en los países donde se registran más detenciones de periodistas. China, con 117 arrestados; Arabia Saudí, con 34; Egipto, con 30; Vietnam, con 28, y Siria, con 27, figuran a la cabeza de esta lista deshonrosa. En Bielorrusia, donde las elecciones del pasado agosto levantaron al pueblo contra Aleksander Lukashenko, los informadores también han padecido un acoso inusitado y demencial.

«Por muchos motivos, el tema que más nos preocupa es China», comenta Armada. «Se está convirtiendo en la segunda potencia mundial en claro desafío a Estados Unidos. Pekín afirma que la democracia no funciona y lo importante es que la economía vaya hacia adelante, pero ese proceso no ha ido acompañado de una liberalización del régimen, que cada vez es más autoritario», explica. Las respuestas violentas del Partido, que no consiente las disensiones internas y pisotea los intentos de Hong Kong por ganar sus libertades, son las demostraciones del día a día de ese poder que se ejerce sin tapujos ni cortapisas.