En casi 10 años de guerra impuesta a Siria, el país sufrió pérdidas económicas superiores a 500 mil millones de dólares y según datos oficiales significa daños considerables al sistema de salud, educación, transporte, recursos hídricos, petróleo y gas.
Las afectaciones suman, además, la disminución en más del 25 por ciento del Índice de Desarrollo Humano previsto por Naciones Unidas, lo cual se agrega a un difícil reto para cumplir los 17 Objetivos para el Desarrollo Sostenible, proyectado a partir del 2015 y hasta el 2030 por el mencionado organismo mundial.
El largo camino para la reconstrucción de esta nación del Levante tiene en contra también el bloqueo económico, financiero y comercial impuesto por Estados Unidos desde el 2006, respaldado por la Unión Europea y varios países del Medio Oriente, y que está en constante incremento.
Siria, que en el 2010 se ubicaba entre los estados de desarrollo medio y con un crecimiento relativamente estable de entre el cuatro y cinco por ciento anual, ha perdido en todos estos años esas posibilidades, con altos índices de desempleo, pérdida del valor de la moneda nacional en más del 50 por ciento y una creciente limitación para gestionar y negociar inversiones internacionales.
No obstante y justo en la medida en que el plano militar, político y social lograba cierta estabilización, se consiguieron ostensibles avances que permitieron elaborar planes de contingencia reconstructiva en las zonas seguras y en la rehabilitación productiva de las ciudades industriales de Hassya, Adra y Homs, fundamentalmente, además de proyectos emergentes en el sector agrícola.
LOS PRIMEROS AVANCES
A partir de la transición entre el verano y el otoño del 2017, con el apoyo estatal y del sector privado, se reanimaron en Siria las ferias internacionales económicas y fueron consolidándose datos reales para compensar las pérdidas y la búsqueda de inversiones.
Especial relevancia, la entidad Al Bashek y como parte del apoyo del Estado, reactivó tales eventos, a los cuales en los últimos dos años asistieron como promedio representaciones de más de 25 naciones, incluso de algunos países de la región como Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Omán.
Sobre la base del análisis de los 500 mil millones de dólares por daños a la infraestructura de la nación se especificaron líneas de acción para atenuar los efectos negativos, especialmente en renglones básicos como la industria, la agricultura, el sistema de salud, educacional, de servicios en general, los recursos hídricos, el petróleo y gas, y las telecomunicaciones.
A la fecha, de las 132 mil instalaciones industriales en el país, más de 77 mil fueron rehabilitadas y una cifra superior a las 250 están en ese proceso al cierre del año, sobre todo en los núcleos industriales de Damasco, Alepo y Homs.
De igual forma, fueron puestos en producción yacimientos de gas en regiones cercanas a Damasco y al sur de las provincias de Homs y Hama ante la ocupación de otros de importancia en Raqqa y Deir Ezzor por parte de las llamadas Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), respaldadas por Estados Unidos.
LA SITUACIÓN ACTUAL
A pesar del incremento del bloqueo y las sanciones desde Estados Unidos, la Unión Europea y varios gobiernos de la región y que afectan a más de 70 empresas nacionales y cerca de 270 personalidades sociales, políticas y del sector económico, Siria emprende un largo y difícil camino para la reconstrucción.
En ese sentido, compensa a la fecha el abastecimiento a las centrales eléctricas, cuya producción en más del 60 por ciento parte del gas aún con serias limitaciones que provocan no menos de 16 horas de cortes en todo el país, regulados para evitar descompensaciones en sectores productivos claves.
De igual forma, el país logró reconstruir en las zonas liberadas del terrorismo más de 90 instalaciones de salud, una cifra superior a los dos tercios de las cinco mil escuelas destruidas y llegar la recuperación de cerca del 65 por ciento de hace casi 10 años, de las cosechas de cereales y algodón, en lo fundamental.
Al respecto, empresas estatales y privadas de Rusia, Irán, China y la India, entre otras, colaboran en la reconstrucción del sistema energético, de transporte, la industria automotriz, metal-mecánica, viviendas y telecomunicaciones.
El camino de la reconstrucción comprende, además, trabajar por el autoabastecimiento alimenticio y buscar alternativas eficientes en los recursos hídricos, con pérdidas superiores a los 140 mil millones de dólares y que aspiran a balancear los déficits ocasionados por el control inequitativo del régimen sionista de Israel sobre el río Jordán, y de Estados Unidos y Turquía sobre fuentes como las del Éufrates, dos de los principales acuíferos para Siria.
Las señales alentadoras para la reconstrucción representan además un reto de grandes proporciones y que para afrontarlas requieren de una alta eficiencia, organización y cooperación internacionales ante la mayor guerra terrorista, económica y financiera contra una nación, sin precedentes en el Medio Oriente.