En sus intentos por deslegitimar los comicios legislativos de Venezuela, Estados Unidos, la Unión Europea y sus aliados en Latinoamérica apelan hoy al argumento de la abstención como punta de lanza para desacreditar el proceso.
Tras la realización de las elecciones del pasado 6 de diciembre, en las cuales la coalición del Gran Polo Patriótico conquistó 253 escaños de 277 en la Asamblea Nacional (Parlamento unicameral), el 31 por ciento de participación se convirtió en el pretexto perfecto para recrudecer la injerencia contra la nación sudamericana.
Si bien el fenómeno de la baja concurrencia a las urnas resulta algo habitual en las parlamentarias a nivel mundial, el hecho que lo mismo sucediera en Venezuela sirvió de argumento para que los grandes medios y los detractores del gobierno bolivariano lo manipularan para nuevas agresiones políticas.
Cuestión por demás previsible, al tener en cuenta infundadas declaraciones sobre intentos de fraude en el evento, señalamientos desmontados por el aval de más de 300 observadores y acompañantes internacionales.
Unas horas después de declarados los resultados, el alto representante de Política Exterior de la Unión Europea, Josep Borrell, aseguró que los comicios no cumplieron las condiciones democráticas por la baja participación.
Qué decir del Grupo de Lima o de algunos presidentes de sus países miembros; sin embargo, una rápida mirada a las cifras de participación electoral en esas naciones pone al descubierto las verdaderas intenciones de quienes plegados a la política de Washington usan tales argumentos.
En Europa, considerada la meca de la democracia, tan sólo en los últimos 20 años la cifra de participación de sus ciudadanos en ese tipo de proceso no supera el 50 por ciento excepto en 2019 donde subió apenas un punto, de acuerdo con estadísticas oficiales.
Cifra promedio, porque de ir a algunas especificidades como es el caso de los países del Este, los porcentajes más alto son 47 y la media no supera los 30 puntos porcentuales, tal es el caso de Eslovaquia, donde a los recientes comicios apenas asistieron el 20 por ciento de los votantes.
América Latina no escapa a ese fenómeno; naciones como Chile, Perú, Colombia y Ecuador reflejan baja participación, salvo en aquellos casos como Perú donde el voto es obligatorio, el panorama no difiere de lo ocurrido en Venezuela.
La baja asistencia a las urnas se intenta usar como un reflejo del descontento y desconfianza de la población hacia el gobierno y al sistema electoral venezolano, excusas rebatidas por expertos y observadores internacionales.
Entre ellos el intelectual español Ignacio Ramonet, quien aseguró a Prensa Latina que carecen de justificación política para desconocer y declarar ilegítimas las elecciones parlamentarias en Venezuela, pues en todo el mundo las elecciones legislativas tienen un bajo por ciento de asistencia.
‘Pero si en Venezuela vota menos del 50 por ciento es el pretexto para intentar demostrar que el proceso es ilegal’, subrayó.
Por su parte el responsable de Política Internacional del partido Izquierda Unida, Francisco Pérez recalcó que esas posturas no son más que el resultado de políticas subordinadas a la Casa Blanca.
En el caso de Europa señaló que es evidente la falta de soberanía de quienes presumen ser un continente avanzado y democrático.
‘Cada vez que el imperio abre la boca y dice que hay que aceptar algo ellos van detrás, pero llegan ya a unos niveles de escándalo como en este caso de Venezuela’, puntualizó Pérez a esta agencia.
Desconocen además la Constitución, la cual refiere que la elección de la AN solo depende de que los diputados sean electos ‘en cada entidad federal por votación universal, directa, personalizada y secreta con representación proporcional, según una base poblacional del uno coma uno por ciento de la población total del país.
De igual forma, la Carta Magna es explícita en cuanto a la renovación del Parlamento cada cinco años y su instalación el 5 de enero posterior a su elección.
Mentir o usar absurdos argumentos, poco importa a Estados Unidos, la Unión Europea y quienes le siguen el juego en sus intentos de derrocar al presidente Nicolás Maduro, para poder poner sus manos en las riquezas del país y disponer de ellas tal y como hicieron en los últimos cinco años, con la ayuda de los diputados de la derecha entreguista.