En ningún caso es aceptable una revisión a la baja de la calidad democrática exigible a los países miembros de la Unión.
La posibilidad de un desenlace abrupto del Brexit sigue en pie incluso después de que Boris Johnson haya aceptado retirar del proyecto de ley de comercio interior los artículos que facultaban al Gobierno británico para restablecer una frontera dura entre las dos Irlandas. En realidad, tal rectificación no hace más que dejar las cosas tal como las acordaron en su día los Veintisiete y el Reino Unido, pero subsisten las divergencias en tres ámbitos muy relevantes para la futura relación comercial. A solo tres semanas de que finalice el periodo transitorio, parecen aún lejanas las posibilidades de un acuerdo en materia pesquera, las garantías para evitar una competencia desleal de las empresas británicas y la regulación de un mecanismo de gobernanza en caso de discrepancia futura en la aplicación del acuerdo comercial.
El clima obstinadamente rupturista que se ha adueñado de un sector del Partido Conservador, dispuesto a afrontar un Brexit sin acuerdo y enmarcar la relación comercial con la Unión Europea en las normas generales de la Organización Mundial de Comercio, lo que entraña el establecimiento de aranceles y cuotas, justifica los malos presagios. Aunque el destino del grueso de las exportaciones británicas es Europa, la idea dominante es que cuantos menos condicionantes regulen el mercado exterior, mayor será la capacidad británica de encontrar clientes más allá de Europa y en condiciones ventajosas. Donald Trump alimentó las expectativas en este sentido al prometer un gran acuerdo de libre comercio con el Reino Unido, pero la próxima llegada de Joe Biden a la Casa Blanca vaticina un cambio de rumbo del que los eurófobos de las islas aún no se han dado por enterados, pero Johnson sí, y acaso por eso ha viajado a Bruselas.
Con todo, en ningún caso es de recibo una revisión a la baja de la calidad democrática exigible a los regímenes de la UE. Como se ha dicho estos días, nadie obligó a Hungría y Polonia a ingresar en la UE y desde entonces no han cambiado las reglas y condiciones que deben respetar los socios europeos.