Fuentes europeas aseguran que el acuerdo está prácticamente cerrado a escasas horas de la cumbre de la UE.
Las negociaciones entre bambalinas de Berlín con Hungría y Polonia parecen avanzar a marchas forzadas. A 24 horas de la cumbre europea que arranca este jueves, tanto Budapest como Varsovia dan ya claras señales de su disposición a levantar el veto a los presupuestos de la UE y al fondo de recuperación. Fuentes europeas han indicado a EL PAÍS que el acuerdo definitivo está ya prácticamente hecho. “Estamos esperando una confirmación definitiva”, señala una fuente diplomática.
Polonia y Hungría se negaban hasta ahora a permitir la tramitación de los presupuestos para intentar abortar un nuevo reglamento que permite suspender los fondos europeos a los países donde la erosión del Estado de derecho ponga en peligro el uso adecuado de los recursos financieros de la UE. La ofensiva de los dos países de Europa central para retirar el proyecto ha fracasado, pero la UE parece dispuesta a ofrecerles una vía de retirada mediante una declaración que reafirme la aplicación del reglamento de manera ecuánime a todos los Estados miembros.
El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, señalaba en la noche del martes que el acuerdo estaba cerca tras las negociaciones mantenidas en las últimas semanas con Alemania, que ostenta la presidencia semestral de la UE. “Creo que estamos cerca de un acuerdo, que sería una victoria, un resultado bueno para Polonia y Hungría y también podría ser muy bueno para la UE”, señalaba el primer ministro húngaro en declaraciones a una cadena de televisión polaca.
Y este miércoles, el viceprimer ministro polaco, Jaroslaw Gowin, lo daba también por hecho, aunque se trata de uno de los miembros del Gobierno de Mateusz Morawiecki que siempre se ha mostrado en contra del veto. El pacto, de hecho, sigue pendiente de confirmación oficial en las tres capitales implicadas (Berlín, Budapest y Varsovia) y está sujeto todavía a posibles disputas, en particular, en el seno del Gobierno polaco, donde el ala más dura se resiste a aceptar el reglamento.
Los términos de la declaración también pueden plantear problemas entre socios como los Países Bajos o Suecia si Berlín ofrece un tipo de mecanismo que permita a Budapest, Varsovia o cualquier otra capital neutralizar en el futuro la aplicación efectiva del reglamento. El Parlamento Europeo, firme partidario del reglamento, también se mantiene vigilante.
En Bruselas cunde la sensación de que el veto húngaro-polaco puede tener las horas contadas. Y fuentes comunitarias observan con alivio la posibilidad de sortear uno de los mayores problemas que afronta la cumbre de esta semana. El bloqueo afectaba, de rebote, al acuerdo sobre reducción de emisiones de CO2, que demanda una potente financiación comunitaria y que también espera cerrarse durante los dos días de la cumbre.
El doble fiasco supondría una seria amenaza para la recuperación económica de la UE tras la pandemia y para la credibilidad internacional del club en la lucha contra el cambio climático. Y hubiera hundido el balance de la presidencia semestral de la UE, ocupada por Alemania desde el 1 de julio al 31 de diciembre de 2020, la última ocasión en que la canciller alemana, Angela Merkel, estará al frente del club.
El probable acuerdo con Hungría y Polonia salvará el legado europeo de Merkel y permitirá que la Unión entre en 2021 con un marco presupuestario de un volumen sin precedentes (1,8 billones de euros en total para siete años) y con un compromiso de reducir sus emisiones de CO2 en un 55% en 2030 en relación con el nivel de 1990.