La guerra de Yemen ha dejado, hasta el momento, casi un cuarto de millón de fallecidos, según la ONU, que cifra en 233.000 las víctimas mortales, la mayoría de las cuales «por causas indirectas», como la falta de alimentos, de servicios sanitarios o de infraestructuras.
La Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCAH) ha confirmado este martes la cifra de decesos de un conflicto que «ha devastado la economía de Yemen y ha creado la peor crisis humanitaria del mundo».
El organismo, además, ha señalado que el conflicto se ha intensificado este año, con 47 líneas de frente identificables a finales de octubre, frente a las 33 de principios de este año.
«Las hostilidades han causado directamente decenas de miles de bajas civiles; se han verificado 3.153 muertes de niños y 5.660 niños en los primeros cinco años del conflicto, y se han registrado 1.500 bajas civiles en los primeros nueve meses de 2020», ha lamentado el coordinador humanitario en funciones de la ONU en Yemen, Altaf Musani, que ha vuelto a denunciar los ataques con bombas de artillería.
Al respecto, ha añadido que «la matanza de niños es espantosa. Los niños deben ser protegidos en todo momento», después de que, en las últimas 24 horas, la oficina haya reportado la muerte de once niños en ataques separados en la gobernación de Taizz y Al Hudaydah, en el suroeste y oeste de Yemen, respectivamente.
Las fuerzas leales al Gobierno yemení, encabezado por Abdo Rabbu Mansur Hadi y apoyado por Arabia Saudí, y los rebeldes huthis, respaldados por Irán, llevan combatiendo desde finales de 2014, en una guerra que ahora se considera un conflicto de poder entre las dos principales potencias rivales de la región.
El conflicto ha provocado la que es la mayor crisis humanitaria mundial. Actualmente, casi el 80 por ciento de la población, unos 24 millones de personas, necesitan asistencia en el país, donde hay más de 20 millones en inseguridad alimentaria.
Sin embargo, en 2020 la violencia «se ha intensificado y las dificultades se han exacerbado debido a las lluvias torrenciales, una crisis de combustible, la pandemia de la COVID-19 y las plagas de langostas del desierto».
La confluencia de estos elementos sitúa a Yemen en «peligro inminente de la peor hambruna que el mundo ha visto en décadas», advirtió el mes pasado el secretario general de la ONU, António Guterres.
En este sentido, la OCAH ha denunciado que es «muy difícil» llevar la ayuda a Yemen debido al entorno operativo «extremadamente restringido y un enorme déficit de financiación», que ha paralizado la respuesta humanitaria.
Por esto, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) ha hecho un llamamiento para recaudar los 535 millones de dólares (443 millones de euros) necesarios para ayuda humanitaria que necesita el país, de los cuales solo ha conseguido recaudar 237 millones de dólares (más de 196 millones de euros), lo que supone un importante déficit de financiación.
«Para mediados de 2020, Yemen había vuelto a niveles alarmantes de inseguridad alimentaria y malnutrición aguda. Todos los indicios sugieren que la gravedad de las necesidades de grandes sectores de la población está aumentando», factores que se han visto potenciados por la COVID-19 debido a las limitadas oportunidades de trabajo, los menores ingresos y la reducción de las remesas», dijo la OCAH.
Ante la crítica situación, la OCAH ha solicitado 3.400 millones de dólares (unos 2.800 millones de euros) para destinarlos a Yemen