Durante estos últimos días, hemos oído muchas y variadas opiniones y recomendaciones sobre la vacuna del covid-19, así como anuncios del número de dosis que ya ha adquirido España (dentro del programa de compras de la UE) y de la pauta de administración que se seguirá.
Entre toda esta nueva vorágine informativa, siempre centrada en nosotros mismos, nos han proporcionado poca información sobre cómo vamos a asegurar que la vacuna llegue a los países con menos recursos.
¿Alguien ha pensado que, si no alcanzamos un porcentaje de inmunidad suficiente en todo el mundo, resultará imposible que el virus desaparezca y que recuperemos cierta normalidad en la vida cotidiana?
La respuesta es que sí, alguien ha pensado en ello: Gavi, The Vaccine Alliance formada por la OMS, Unicef, el Banco Mundial y la Fundación Bill & Melinda Gates, cuya misión es fomentar la vacunación masiva en los países más pobres. Se fundó en el año 2000 para paliar un claro fallo del mercado, ya que las vacunas que son efectivas contra enfermedades con una tasa alta de mortalidad infantil tienen un precio inasumible para los países con mayor incidencia de esas enfermedades. El mecanismo que puso en marcha consiste en negociar con las empresas farmacéuticas para conseguir precios más bajos a cambio de asegurar que se compraran muchas unidades de las vacunas. Se calcula que, así, en los últimos 20 años Gavi ha reducido a la mitad la mortalidad infantil.
Pues bien, como respuesta a la necesidad de ayudar a los países más pobres a que tengan las vacunas contra el covid, se creó el Gavi COVAX AMC, con una estrategia mundial cuyo objetivo principal es que los 92 países que se estima que no van a poder pagar la vacuna por sus propios medios gocen del mismo acceso a la inmunización que los países más ricos. Los cálculos de la institución indican que se necesitarán unos 2.000 millones de dólares a finales de este año para asegurar la cobertura suficiente de la población en los países pobres. De momento se han conseguido (solo) 700 millones; por tanto, queda mucho trabajo, pues no se ha recaudado ni la mitad de los fondos necesarios y queda poco más de un mes para que, en teoría, empiece la campaña de vacunación en los países desarrollados.
Además, los requisitos de distribución y aplicación de las vacunas, sobre todo mantener la cadena de frío, suponen un escollo enorme para algunos países con manifiestas dificultades logísticas y serias limitaciones estructurales en sus sistemas de salud pública.
Quedan muchos objetivos por alcanzar y poco tiempo, y, si la solidaridad no funciona generosamente, quizá haya que adoptar una estrategia más contundente con la amenaza de que nadie va a estar seguro hasta que una parte importante de la población mundial esté vacunada; a ver si, de esta manera, conseguimos despertar conciencias y fomentar las donaciones necesarias para inmunizar a los seres humanos con menos recursos.