Las dos espadas de China para frenar a EEUU.

El Dragón sigue avanzando a gran velocidad, poniendo en el fuego las dos espadas con las que combate la hegemonía estadounidense: la económica y la militar.

 

 

La tercera semana de noviembre se firmó la Asociación Económica Integral Regional (RCEP) que incluye a 15 países de Asia-Pacífico, incluyendo Japón y Corea del Sur, pero excluyendo a EEUU y su ahora aliada India. Según observadores, el acuerdo largamente trabajado, coloca a China «en una mejor posición para moldear las reglas comerciales de la región«.

Esos días, el ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi, fue recibido en Tokio y en Seúl por el primer ministro japonés, Yoshihide Suga, y el primer ministro surcoreano, Moon Jae-in. El analista de Asia Times, Andrew Salmon, se formula una interesante pregunta: «¿Puede una China estable, segura, asertiva y económicamente en ascenso apalancar a Japón y Corea del Sur lejos de un Estados Unidos caótico, que se auto-desprecia, se cuestiona a sí mismo y se tambalea económicamente?».

Ambos países, señala el analista, están compatibilizando sus alianzas de seguridad con Estados Unidos, con el hecho de que China, el principal socio comercial de Corea del Sur y Japón, continúa «expandiéndose en todas las direcciones: económica, diplomática y estratégica». China consigue de este modo zurcir una alianza más que compleja, dadas las históricas desconfianzas entre las tres naciones más fuertes de Asia-Pacífico.

Respecto a las disputas entre Japón y Corea del Sur, Salmon señala: «Quizás ninguna excolonia en la tierra tiene más rencor hacia su excolonizador que Corea hacia Japón. Muchos coreanos, a quienes no se les enseña sobre el Holocausto en la escuela, creen que la colonización de la península por parte de Japón en 1910-1945 fue uno de los mayores crímenes en la historia de la humanidad».

Esta histórica desconfianza ha impedido la formación de una alianza trilateral Washington, Tokio y Seúl, bajo hegemonía estadounidense. Sin embargo, allí donde fracasa EEUU está avanzando China, lo que enseña dónde está la iniciativa y la capacidad de liderazgo.

Días después de haber firmado un acuerdo que comprende el 30% de la economía mundial y el 30% de la población mundial, alcanzando a unos 2.200 millones de consumidores, el presidente Xi Jinping, que es a su vez secretario general del Comité Central del Partido Comunista de China y presidente de la Comisión Militar Central, «ordenó a las fuerzas armadas fortalecer el entrenamiento en condiciones reales de combate y aumentar la capacidad de ganar guerras», según reporta la agencia Xinhua.

Xi pidió a los mandos un «nuevo tipo de sistema de entrenamiento militar» para mejorar la capacidad en «las operaciones integradas y conjuntas, aumentar el conocimiento científico y tecnológico de los oficiales y los soldados, y aplicar nuevas armas y nuevas fortalezas en el entrenamiento». El objetivo de China es desarrollar las Fuerzas Armadas en «un ejército de clase mundial».

Parte de este creciente despliegue militar es el avión Xian H-20, el nuevo bombardero furtivo de China con el que podría golpear la base de Guam y hasta Hawái, ya que está siendo «diseñado para penetrar las defensas antiaéreas y lanzar devastadoras cargas nucleares», informa Asia Times.

Un informe del Pentágono revelado por The Sun y analizado por Asia Times, entre otros, sostiene que el nuevo bombardero estratégico, «le daría a China una capacidad de proyección de poder verdaderamente intercontinental» ya que tendrá un alcance de 12.000 kilómetros y una carga útil de 45 toneladas. El bombardero estratégico, cuyas características resultan para Occidente «misteriosas», iba a hacer su primera aparición pública en el Zhuhai Airshow cancelado de este año.

Para la publicación The National Interest, el H-20 «podría alterar el cálculo estratégico entre EEUU y China al exponer las bases y flotas estadounidenses en todo el Pacífico a ataques aéreos sorpresivos». El H-20 es heredero del H-6, un bombardero estratégico birreactor, fabricado en China con licencia del bombardero soviético Tupolev Tu-16, de finales de los años 50.

La Fuerza Aérea china, según la publicación, «quiere un bombardero estratégico que pueda operar dentro de la tercera cadena, también conocida como el área que comienza con las Islas Aleutianas y se extiende más allá de Hawái». Aunque no existen aún imágenes del H-20, se sabe que tiene un diseño de fuselaje que recuerda a otros bombarderos de la próxima generación, como el B-21 Raider y el PAK DA de Rusia.

Lo impresionante es, una vez más, la velocidad del desarrollo de China. Mientras el B-21 Raider de Northrop Grumman estaría listo para 2025 y el PAK DA de Sukhoi podría ser entregado entre 2025 y 2030, se estima que «el H-20 entrará en producción en serie a mediados de la década de 2020», aunque «este mismo año puede estar haciendo su debut», según South China Morning Post citado por el analista Mark Episkopos de The National Interest.

El H-20 que está siendo construido por la Xi’an Aircraft Industrial Corporation, «viajará a velocidades subsónicas, dando prioridad al sigilo y las capacidades de penetración profunda» y «contará con un formidable paquete de contramedidas electrónicas» como lo establece la doctrina de combate de la fuerza aérea china.

Como puede observarse, tanto las ventajas económicas y de las alianzas comerciales, como las ventajas militares de EEUU, se están estrechando por el impresionante crecimiento cualitativo del Dragón que sigue un guión estratégico diseñado tiempo atrás.

La firma de la RCEP muestra que su economía es lo suficientemente potente como para promover la integración regional, arrastrando a adversarios como Japón y Australia a su órbita comercial.

El despliegue de nuevas armas, como el Xian H-20, además de un importante desarrollo de su flota de submarinos y portaaviones, y sus misiles de largo y medio alcance, ponen en la mira de sus fuerzas armadas tanto a las bases estadounidenses como a sus grupos de ataque en torno a los portaaviones. La superioridad estadounidense se disuelve a una velocidad alarmante para el Pentágono.

Lo hace, empero, por razones internas más que externas. Un nuevo informe de la Oficina de Responsabilidad del Gobierno del Congreso de los EEUU (GAO), difundida por Military Watch, revela que la tasa de capacidad de misión de la fuerza aérea viene cayendo desde 2011, por sus altos requisitos de mantenimiento y la escasez de repuestos. Solo tres clases de aviones de combate, de varias decenas, superan la capacidad determinada por el Pentágono.

El informe estima que el bombardero estratégico B-1B, tiene hoy una capacidad de misión de menos del 10%, «debido a la antigüedad y complejidad del diseño». El problema es que su reemplazo, el B-21 (con un costo de 550 millones de dólares por unidad), tampoco será fácil de mantener. ¿A quién convienen aviones muy caros y de elevados costes de mantenimiento sino al complejo militar-industrial que vuelve a ganar espacios en el gobierno de Joe Biden?

Pero aquí está la paradoja: ni la agresividad de Donald Trump, ni el supuesto estilo negociador de Biden, pueden frenar la decadencia de EEUU. Este es el problema de fondo que lleva a la Casa Blanca a oscilar entre los extremos de guerra-negociación, lo que termina por desacreditar la política exterior de la exsuperpotencia.

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