Los niños saharauis de las familias de acogida españolas quieren ir a la guerra.

La reactivación del conflicto en el Sáhara Occidental ha desatado una oleada de fervor militar entre los jóvenes saharauis. Muchos de ellos son aquellos niños que vinieron a España de acogida.

 

 

No pensamos en la muerte, porque ya es nuestra hora», le dice por teléfono Abeid* a Antonia Morera, vecina de Casares, un pueblo de Málaga. Abeid, saharaui de Tifariti de apenas 21 años, se ha ofrecido voluntario para tomar las armas «porque ha llegado el momento de luchar». Al otro lado del teléfono está su ‘madre’ de acogida, con la que pasó varios veranos en España y lo conoce desde que apenas era un crío de ocho años.

El pasado sábado 14 de noviembre, el Frente Polisario saharaui declaró el «estado de guerra con Marruecos», después de que este desplazara sus tropas hasta el paso de Guerguerat, en lo que los saharauis consideraron una ruptura del acuerdo de alto el fuego en vigor desde hacía más de treinta años. Los tambores de guerra suenan de nuevo en el Sáhara Occidental, y cientos de saharauis se han ofrecido en masa como voluntarios para participar en la lucha. Muchos de ellos son, precisamente, aquellos niños que participaron en las primeras ‘Vacaciones de la Paz’ en familias de acogida en España. Ahora, son jóvenes adultos que han decidido tomar las armas para «luchar por el pueblo saharaui». En España, sus familias de acogida, que los han visto crecer cada verano, se debaten entre el miedo, la tristeza e, incluso, el orgullo.

La única información que llega a las familias en España es a través de esa difícil cobertura de teléfono con sus ‘hijos’ de acogida. «Los pueblos están quedando desiertos, todos los hombres y los jóvenes están yéndose», dice orgullosa Faimatou* desde el campamento de Smara, una joven en la veintena, a Paqui Delgado, de Córdoba. Faimatou está ya casada, y en el momento de la llamada su marido, otro joven saharaui, también estaba preparándose para partir.

«Por un lado lo entiendo [que se presenten voluntarios], pero por otro lado, como madre de acogida yo lo siento como si fueran de mi familia, y me provoca mucha pena y preocupación. Lo he tenido mucho tiempo y hemos mantenido el contacto, su recuerdo y su cariño están ahí», cuenta Paqui. Lola también dice tener el «alma en un puño»: «Cuando una persona tan cercana, a la que quieres tanto, y que pueda ponerse en una situación tan de riesgo…».