Es fácil escribir discursos, llenar programas electorales con palabrería que ni los autores creen o irse de viaje a campamentos del tercer mundo para calmar la conciencia y alimentar el ego posts de Facebook (e Instagram para los más modernillos). Lo difícil es el compromiso y pasar a la acción directa y real cuando la situación lo requiere.
Y para vergüenza de los activistas de foto y sofá, el Frente Polisario ha pasado a la acción directa en el Sáhara Occidental tras décadas de ocupación y un conflicto enquistado en gran medida por la inoperancia de la Misión de Naciones Unidas para el Referendo del Sáhara Occidental (Minurso) y un gobierno español incapaz de cumplir con su deber y plantar cara a Marruecos. El Polisario y su Ejército Popular Saharaui han pasado a la acción directa, solos y contra Marruecos,
En resumen, lo que está pasando en el Sáhara Occidental es lo siguiente: el paso de Guerguerat es una brecha que, aun siendo ilegal, es de las más transitadas del mundo. A principios de los 2000, Marruecos decidió abrir una brecha en el muro que separa los territorios ocupados del Sáhara Occidental, y para 2017, comenzó a asfaltar la carretera que conectaría su territorio con Mauritania abriendo el comercio terrestre al resto de África.
Fue a principios de este mes de noviembre de 2020 cuando la población saharaui afín a la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) y al Polisario, jugando la carta del riesgo calculado, decidió protestar cortando el paso de Guerguerat. Marruecos no midió las consecuencias y decidió responder enviando al Ejército y violando el alto el fuego de 1991 ; porque para llamarlo paz debería que haber un referéndum en el que los saharauis pudiesen decidir si querían seguir siendo una colonia, cambiar de dictador (de Franco a Hassan, Mohamed o el que toque en cada momento) o construir su propia nación en sus propios términos .
Y tras la escalada en Guerguerat, el 13 de noviembre volvía a empezar la guerra del Sáhara. Una guerra que si bien –y por suerte– no ensordece con sus explosiones, oculta el cielo con la artillería e inunda el suelo con sangre, existe. Sin batallas épicas, pero con muertos. Es una guerra en la que Argelia contiene al Frente Polisario para que no pase de pequeñas escaramuzas contra el muro marroquí, pero una guerra que puede escalar y derivar en una violencia mayor.
Una guerra en la que de los ‘amigos del pueblo saharaui’ han resultado ser pocos ya menudo enmudecidos, afónicos en el mejor de los casos; donde solo Argelia y Rusia han tenido una postura clara contra los intereses marroquíes apostando por una solución sencilla: hacer un referéndum y cumplir con la voluntad popular expresada en el mismo.
La nueva guerra del Sáhara debería ser la vergüenza de la Liga Árabe, de la Minurso y de España . De la Liga Árabe, porque a pesar de rasgarse las vestiduras contra la ocupación israelí en Palestina, no duda en arrodillarse ante la ocupación de Mohamed VI (algo que hacen sin pudor de ningún tipo hasta las autoridades palestinas, tanto de Gaza como Cisjordania, que lloran por las mismas acciones de los sionistas que defienden cuando las lleva a cabo Marruecos contra los saharauis). La Minurso, porque es una misión de la ONU creada para organizar y llevar a cabo un cabo un referéndum; una misión que todavía hoy no ha logrado siquiera acercarse a la posibilidad de cumplir con su objetivo desde 1991.
Y España porque no ha tenido todavía un gobierno suficientemente digno como para cumplir con su responsabilidad y descolonizar un territorio de iure es suyo; porque lejos de actuar como una potencia administradora (según la resolución 3458 de diciembre de 1975 adoptada por la ONU y según el auto nº40 de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional en 2014), se doblega ante la dinastía alauí agachando la cabeza ante cualquier chantaje, comprando caprichos al monarca –como los nueve millones de euros para 130 todoterrenos destinados a la Policía marroquí– y tolerando todo tipo de insultos; incluyendo una nueva ‘Marcha Verde’ para recordar a un gobierno español cobarde, cuando puede hablar y cuando debe callar.
En su programa electoral, Podemos «demanda cumplir las obligaciones jurídicas e históricas con el Sáhara Occidental». El PCE es un histórico entre los movimientos de apoyo al pueblo saharaui. Y ahora ambos, con ministros y un vicepresidente en el gobierno de la potencia administradora del Sáhara, se limitan a pedir si acaso tímidamente algún gesto a sus socios.
Ni siquiera dejando de lado los argumentos morales, el gobierno español es capaz de entender que forzar una solución para el Sáhara Occidental y asegurar el establecimiento de un Estado fuerte y democrático por y para los saharauis no es solo una responsabilidad encomendada por la ONU, sino un modo de mejorar la seguridad en la región, aumentar la estabilidad y una oportunidad para poner fin a las bravuconadas de la monarquía marroquí; que si amenaza y torea a su antojo a los gobernantes españoles desde el otro lado del estrecho… es porque puede.