Así falló estrepitosamente la última oportunidad de derrocar a los bolcheviques en Rusia.

En el otoño de 1919, las fuerzas antibolcheviques avanzaban triunfantes en territorio enemigo. Estaban a sólo varios cientos de kilómetros del Kremlin, donde residían Lenin y otros líderes rojos.

 

En el verano de 1919, en el punto álgido de la Guerra Civil, la joven República Soviética Rusa estaba rodeada de enemigos. En el noroeste, Petrogrado (como se llamaba entonces a San Petersburgo) estaba amenazada por el general Nikolái Yudenich; en el oeste los bolcheviques luchaban contra las fuerzas polacas, mientras que en el este combatían con las tropas de Aleksandr Kolchak que habían sido reconocido por los blancos (fuerzas contrarrevolucionarias) como el Gobernante Supremo de Rusia. En el sur, el Ejército Rojo se batía con las Fuerzas Armadas del Sur de Rusia (FASR) bajo el mando de Antón Denikin, que estaba decidido a acabar con el bolchevismo con un golpe decisivo, a saber, la captura de Moscú.

Tropas blancas cerca de Petrogrado.

Denikin firmó la Directiva No 08878 ordenando un “avance contra Moscú” el 3 de julio de 1919, pocos días después de la captura de la ciudad de Tsaritsin (futura Stalingrado), un gran centro industrial y de transporte en el Volga. Los éxitos de sus tropas en la primavera, así como los grandes levantamientos de cosacos y campesinos contra el régimen soviético, permitieron crear un trampolín en el sur del país para lanzar una ofensiva en el centro de Rusia. “Moscú era, por supuesto, un símbolo”, escribió Denikin en su libro de memorias, La Confusión Rusa. “Todo el mundo soñaba con desfilar por las calles de Moscú, y a todo el mundo se le dio esta esperanza.”

General Antón Denikin (centro)

En realidad, no todos los líderes de la Guardia Blanca compartían este optimismo. El comandante del ejército del Cáucaso, el general Piotr Wrangel, creía que las pequeñas fuerzas de la FASR (que contaban con sólo 60.000 soldados) no estaban a la altura de una campaña de tales dimensiones, y que deberían haber reforzado sus posiciones y haberse unido a Kolchak, cuyos ejércitos derrotados se estaban retirando más allá de los Urales en aquel momento.

Muchos años más tarde, ya en el exilio, describió la directiva de “incompetencia militar” de Denikin y “una sentencia de muerte para los ejércitos del sur de Rusia”.

Sin embargo, en el curso de una rápida ofensiva de la FASR en el verano y otoño de 1919, Poltava, Odessa, Kiev, Voronezh y Oriol fueron capturadas. Patrullas de cosacos blancos aparecieron en la provincia de Tula, a sólo 250-300 km de Moscú. Habiendo irrumpido en la retaguardia del Frente Sur del Ejército Rojo, el Cuarto Cuerpo de Caballería del Don, bajo el mando del General Konstantín Mamontov, sembró durante más de un mes el pánico y el caos, quemando almacenes, incautando armas y municiones.

Soldados del Ejército Blanco.

Reforzada por los soldados de los territorios capturados, la FASR tenía ahora 150.000 efectivos en sus filas. Alrededor de 70.000 de ellos marcharon hacia Moscú, donde el bando contrario tenía más de 115.000 soldados, aunque inferiores a ellos en cuanto a entrenamiento de combate. Además, el Ejército Rojo estaba muy desmoralizado por una larga serie de derrotas.

 

En Moscú, Lenin emitió una proclama “¡Todos a la lucha contra Denikin!” advirtiendo que este era “uno de los momentos más críticos, con toda probabilidad, el más crítico, de la revolución socialista”. Como el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de la República Soviética, Serguéi Kamenev, escribió años más tarde en sus memorias: “No puedo recordar una situación más difícil vivida durante toda la Guerra Civil”.

Además, a principios de octubre llegaron noticias preocupantes de Petrogrado, donde, para apoyar la ofensiva de Denikin en el sur, el ejército noroccidental del general Yudenich, junto con tropas estonias y la flota británica, había lanzado la operación ‘Espada Blanca’ para apoderarse de la antigua capital del Imperio Ruso.

Sin embargo, a mediados de octubre, la ofensiva de Denikin comenzó a agotarse. Tras conquistar vastos territorios desde el mar de Azov hasta la ciudad de Oriol, los Blancos no tenían suficientes fuerzas para controlarlos eficazmente. Como resultado, en el sudeste de Ucrania, el llamado Ejército Revolucionario Insurreccional del anarquista Néstor Majno irrumpió repentinamente en las debilitadas posiciones de la FASR y se aproximó a Taganrog, donde se encontraba el cuartel general del general Denikin. En el momento más decisivo de la ofensiva blanca contra Moscú, algunos regimientos tuvieron que ser retirados del frente para salvar la situación en la retaguardia.

Mientras los blancos perdían gente, los bolcheviques veían sus filas reforzadas. La ayuda llegó inesperadamente del frente polaco. El principio de una ·Rusia única e indivisible”, con el que Denikin y otros líderes del movimiento blanco estaban firmemente comprometidos, no encajaba bien con la idea de un renacimiento nacional polaco. El líder polaco Józef Piłsudski observaba con aprensión los éxitos de las Fuerzas Armadas del Sur de Rusia. Aunque el ejército polaco avanzaba con éxito en Bielorrusia, en septiembre concluyó inesperadamente una tregua temporal con los bolcheviques, que permitió a estos últimos transferir decenas de miles de soldados al frente de Moscú.

El tren blindado soviético.

Tras una feroz lucha por Oriol a mediados de octubre, las tropas del Frente Sur del Ejército Rojo lanzaron una contraofensiva a gran escala. A pesar de la ventaja numérica de los Rojos, los Blancos lograron retirarse de manera ordenada, evitaron ser rodeados y realizaron contraataques contra el enemigo. “Moscú ya se ha desvanecido para nosotros. La Rusia oscura impulsaba las hordas de bolcheviques. En el fondo, muchos se sentían condenados”, escribió el oficial Antón Turkul en sus memorias Los Drozdovitas bajo el fuego.

Los ejércitos blancos fueron derrotados tanto en el sur como en el norte (en noviembre, Yudenich fue vencido cerca de Petrogrado). La retirada ordenada de la FASR se convirtió gradualmente en una huida en mitad del pánico, acompañada de una deserción a gran escala. La última línea de defensa de los blancos en el sur fue Crimea, donde resistieron hasta noviembre de 1920. El Movimiento Blanco nunca tendría otra oportunidad de aplastar a los bolcheviques como la que tuvo cerca de Moscú en octubre de 1919.

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