El breve conflicto de Georgia en el año 2008 mostró las graves carencias de las Fuerzas Armadas rusas, que en muchos aspectos se mostraron inferiores a las georgianas, entrenadas y equipadas por la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
El pobre desempeño de las tropas rusas fue bastante criticado al finalizar este conflicto de cinco días de duración, sobre todo por la pésima actuación de su fuerza aérea. El Estado Mayor ruso acabó reconociendo la necesidad de reformar un ejército heredado de la época soviética y basado en la movilización masiva para hacerlo eficaz en el nuevo espacio postsoviético. Por sorprendente que parezca, el haber finalizado una guerra con éxito fue el catalizador para emprender una serie de reformas en las Fuerzas Armadas rusas debido a las importantes carencias detectadas. Este hecho llevó a Vladimir Putin a impulsar una importante reforma de las Fuerzas Armadas, motivada también por la expansión de la OTAN en el espacio postsoviético, algo que Rusia siempre ha considerado como una de sus principales amenazas desde que la caída de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) conllevase también una importante alteración de sus fronteras. La reforma militar llevada a cabo en 2008, no lo suficientemente valorada en Occidente, posibilitó los éxitos del aparato militar ruso en Ucrania y Siria y ha devuelto a Rusia el prestigio militar perdido tras la caída de la URSS, momento en el que sus Fuerzas Armadas sufrieron un paulatino proceso de deterioro y abandono paralelo a la pérdida de estatus internacional del país durante la era Yeltsin.
La modernización de las Fuerzas Armadas rusas ha continuado desde entonces, aunque se ha visto afectada por los vaivenes económicos sufridos por el país.
La llegada de Putin al poder significó un espectacular aumento de los gastos en Defensa, llegándose a invertir en este sector más de 82 000 millones de dólares en el año 2016. De lo que no cabe la menor duda es que Putin sentó las bases económicas para un importante rearme, con el objetivo de volver a hacer de Rusia una potencia mundial. Las Fuerzas Armadas que Rusia tiene en la actualidad se han convertido en el elemento clave para la proyección exterior rusa, y no tienen nada que ver con las incapaces –y con un armamento obsoleto en su mayor parte– Fuerzas Armadas que la Federación Rusa tuvo en sus dos primeras décadas de existencia, como quedó demostrado en las dos guerras chechenas, sobre todo en la primera, donde se enviaron soldados pobremente entrenados y equipados.
Tras el conflicto de Georgia se llevó a cabo esta ambiciosa reforma militar, siendo ministro de Defensa Anatoli Serdiukov. La reforma logró reducir el número de efectivos de las Fuerzas Armadas, que han pasado a tener aproximadamente unos 900 000 miembros, lejos pues de esas movilizaciones masivas propias de la era soviética que hacían que la URSS desplegase durante los años ochenta más de cinco millones de soldados.
Pero no fue este el único objetivo, ya que el presidente Dimitri Medveded planteó cinco fines que esta reforma tenía que lograr: que todas las unidades llegasen a estar en un estado de preparación permanente; aumentar la eficacia del mando y de los sistemas de control; una mejora en el sistema de formación de los oficiales; modernización de los equipos; y un aumento en los salarios de los soldados, así como mejoras en las viviendas de los oficiales y soldados contratados.
Los planes para reformar las Fuerzas Armadas rusas ya estaban en marcha antes del conflicto con Georgia, pero había muchas reticencias a ello por parte del Estado Mayor y los oficiales superiores, con lo que las graves deficiencias encontradas en las tropas rusas durante esta guerra dieron el empujón definitivo a las reformas. Con el tiempo se podría hablar de una contrarreforma con el sucesor de Serdiukov, el actual ministro de Defensa Sergei Shoigu, que eliminó los aspectos menos populares de esta reforma y resucitó elementos de la antigua estructura. No obstante, en general Shoigu ha continuado con los más importantes aspectos de la reforma de Serdiukov, lográndose mejorar la vida de los soldados y continuándose con el importante programa de armamentos para mejorar el obsoleto armamento.
Entre los logros cabe destacar que el número de oficiales logró reducirse desde los 350 000 a los 150 000. No obstante, posteriormente se volvió a ampliar su número hasta llegar a los 220 000. Rusia ha logrado ampliar el número de los soldados profesionales que integran sus Fuerzas Armadas, pero aun así sigue dependiendo de reclutas en muchas de sus unidades.
También fue interesante la reorganización de las divisiones de estilo soviético en brigadas, porque los oficiales rusos buscaron recuperar la operatividad de sus unidades, por lo que trataron de “recuperar las capacidades de combate primero de las más pequeñas para ir subiendo de nivel, hasta verse capaces de recuperar la operatividad de las grandes unidades”. Sin embargo, el ministro de Defensa Shoigu ha devuelto el protagonismo a las divisiones y a los cuerpos de ejército.
En suma, en la actualidad, y merced a estas reformas, la oficialidad rusa se encuentra mucho mejor preparada para enfrentarse a los retos que las guerras de nueva generación plantea, estando mucho más capacitados para el mando que en el pasado. La preparación de las tropas también ha mejorado mucho gracias al aumento del número de ejercicios militares y de las maniobras a gran escala, en las que ha quedado patente en multitud de ocasiones que “el pensamiento militar ruso es de naturaleza ofensiva, y orientada a la expansión, no a la defensa”. Esto quedó demostrado en las maniobras “Zapad 2009”, donde se ensayó una rápida ofensiva contra Polonia y los estados del Báltico, utilizándose armamento nuclear contra Polonia con el objetivo de disuadir a la OTAN de intervenir. O las maniobras “Lagoda 2012”, en las que se ensayaron ataques contra Finlandia y los países bálticos.
Las Fuerzas de Reacción Rápida fueron lógicamente también reformadas, ya que son la élite de las Fuerzas Armadas rusas y juegan un importante papel en la proyección del poder militar ruso. También las Fuerzas Aeroespaciales han sido modernizadas, introduciéndose nuevos aviones, helicópteros y mejorándose los bombarderos de largo alcance.
Para la defensa aérea han sido desarrollados nuevos y avanzados sistemas de defensa, como el S-400, S-350 o el Pantsir-S1/M. En cuanto a la Marina, se ha elevado el número de barcos y se han mejorado sus capacidades. Ejemplos de ello han sido la aparición de las fragatas de la clase Project 22350 o los submarinos de misiles balísticos (Project 955/A) y de ataque (Project 885/M y Project 636.6) (Bowen, 2020).