Un estudio publicado hace dos semanas por la consultora LLYC ponía de manifiesto un factor más que tiene una importancia dramática en el peso o, más bien, la falta de peso de los hispanos en la sociedad estadounidense: los latinos no votan. En 2016, apenas el 47,6% de la población hispana votó, frente al 59,9% de los afroamericanos y el 65,3% de los blancos. De hecho, sólo en una ocasión más del 50% de los latinos votó. Fue hace 28 años, en los comicios en los que Bill Clinton derrotó a George Bush ‘padre’.
Como explica el documento de LLYC, «las campañas presidenciales no persiguen todos los votos, sino que se centran en quienes tienen más posibilidad de acudir a las urnas». Es, así pues, un círculo vicioso: los latinos no votan porque sienten que los políticos les ignoran, y los políticos les ignoran porque los latinos no votan.
Esa irrelevancia es aún mayor porque en EEUU, al contrario que en España, hay que registrarse en el censo electoral para poder votar. Y los latinos no lo hacen. Eso significa que su participación es aún inferior a la que muestran las cifras de voto. Y, cuando se toman en consideración todos esos factores, el resultado es espectacularmente bajo: en total, aproximadamente, solo el 23% de los hispanos que podrían haber votado en 2016 lo hizo. Es la cifra más baja de todos los grupos étnicos de EEUU, incluyendo a los indígenas, que tradicionalmente han ocupado el último puesto en participación electoral y representación política.
Y, en estas elecciones, según la mayoría de los sondeos e incluso las encuestas internas que maneja la campaña de Joe Biden, Donald Trump va a sacar un porcentaje mayor del voto hispano del que obtuvo en 2016 y que, a su vez, fue, también, superior al de Mitt Romney en 2012.
Eso significa que Trump será el republicano que obtenga más votos latinos desde George W. Bush, que había sido gobernador del estado fronterizo de Texas, tiene una cuñada nacida en México -la esposa de su hermano, el fallido candidato a la presidencia Jeb Bush, que haba un español perfecto- y puso énfasis desde el momento en el que anunció su Presidencia en que iba a mejorar las relaciones con América Latina.
Trump podría, así pues, sacar en torno al 30% del voto hispano, que es, precisamente, lo que suelen obtener los republicanos del voto judío. Es una cifra baja, pero muy lejana del 5% o 6% que le dan las encuestas entre los afroamericanos.
El hecho de que un presidente con una retórica tan dura en cuestiones inmigratorias, que son sistemáticamente citadas como uno de los principales temas de interés y preocupación de los hispanos en EEUU, logre tan respetable porcentaje de voto en esa comunidad refleja un hecho: el «voto hispano» no existe. Es, exactamente, igual que el «voto asiático». Aunque la comunidad tenga rasgos en común, el intento de meter a casi 60 millones de personas en un epígrafe no funciona.
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