La tragedia del chico de 17 años que vio tirar por la borda de su patera a otros 16 inmigrantes muertos.

«Pensaba que se iba a morir, como se estaban muriendo todos», ha contado el pediatra que le atendió tras el desembarco en Canarias.

Un chico de 17 años está acogido en estado de «shock» en un centro de menores de Gran Canaria tras sobrevivir a quince días de travesía en el Atlántico, a la deriva, en los que 16 de sus 25 compañeros de patera perecieron uno tras otro de hambre y sed y fueron arrojados por la borda.

Este es un tipo de tragedia cada vez más frecuente en la Ruta Canaria, en la que numerosos jóvenes africanos se arriesgan a travesías de cientos de kilómetros en océano abierto en barcas endebles, pero cuyos detalles pocas veces transcienden; solo cuando hay supervivientes y si estos tienen ánimo de contarlo.

La historia de este joven la ha recogido Abián Montesdeoca, uno de los pediatras asignados por el Servicio Canario de Salud (SCS) a los equipos que realizan las pruebas de coronavirus a quienes acaban de llegar a las islas en patera. Su cometido son los menores.

En este caso, se trataba de realizar las PCR a los menores que habían desembarcado en el muelle de Arguineguín entre el 19 y el 20 de octubre: un lunes y un martes frenéticos en los que Salvamento Marítimo trasladó a ese puerto a más de 800 personas, procedentes de 40 pateras y cayucos diferentes.

«Nos había enviado un oficio la Policía en su momento, con el listado de menores que habían llegado. Los tenían fichados como que habían llegado a Arguineguín y los habían derivado a un centro. Pero este chico no estaba. Llegué a pensar que quizá tenía redes familiares aquí y a lo mejor se escapó del muelle, cosa difícil, por no decir imposible», relata a Efe Montesdeoca.

Nueve días después, los pediatras recibieron el aviso de que el chico al que buscaban acababa de ingresar en un centro de menores de Gran Canaria, así que acudieron a valorarlo. Y el chico les contó su historia, «totalmente abatido física y psicológicamente».

El chaval explicó al pediatra que lo atendía que no sabía leer ni escribir, porque se puso a trabajar a los once años para ayudar a su familia en un pueblo de Marruecos, tras morir su padre. Era el único varón en casa y asumió la obligación de cuidar de los suyos.

«Esas pateras no son de mucha gente y, con buen motor, la travesía tarda de dos a tres días, pero ellos se perdieron, se les rompió el GPS y se quedaron a la deriva. Estuvieron quince días en el mar. Se acabó la comida, se acabó el agua», relata Abián Montesdeoca.

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