París y Ankara se han involucrado en una guerra de palabras que ahora se está convirtiendo en una disputa diplomática y económica, con el presidente turco Recep Tayyip Erdogan arremetiendo contra su homólogo francés Emmanuel Macron con comentarios mordaces. Erdogan dijo que Macron «necesita tratamiento de salud mental» e instó a los musulmanes a boicotear los productos franceses. Paris respondió diciendo que tales declaraciones son inaceptables y llamó al embajador francés en Ankara para consultas.
El enfrentamiento entre Francia y Turquía, ambos aliados de la OTAN, ha adquirido un tono religioso en los últimos días, señala Izvestia. El conflicto fue causado por el discurso de Macron dedicado a contrarrestar el separatismo religioso y el extremismo.
Las afirmaciones del presidente francés de que el Islam está atravesando una crisis mundial han creado ondas de choque en todo el mundo islámico. Estas afirmaciones, junto con la noción de «construir» algún tipo de Islam moderno, han desencadenado una ola de críticas por parte de los estados musulmanes y los creyentes de todo el mundo.
El objetivo del ataque mordaz de Erdogan contra Macron podría ser una muestra de la determinación inquebrantable de Ankara, señala el periódico. Vladimir Avatkov, investigador principal del Instituto Primakov de Economía Mundial y Relaciones Internacionales de la Academia de Ciencias de Rusia, dijo a Izvestia que a Ankara no le importa mucho la reacción de la comunidad global, ya sea de la UE o de la ONU.
«En general, Turquía construye su política global sobre la base de la creencia de que es una potencia mundial y todos deben seguir su lógica», dijo el experto. La falta de unidad entre los socios de la OTAN de Turquía y los miembros de la UE sobre la política de Erdogan puede alimentar en parte las afirmaciones de Ankara.