La alianza militar Rusia-China sería un baluarte contra el imperialismo global de Estados Unidos. ¿Es hora de que Washington entre en pánico?


Vladimir Putin dice que es «bastante posible imaginar» un pacto de defensa completo entre Moscú y Beijing en un futuro próximo. Tal acuerdo transformaría el equilibrio geopolítico y sería un gran dolor de cabeza para Estados Unidos y la OTAN.

Hace poco más de 70 años, Stalin y Mao regatearon en Moscú para crear el tratado chino-soviético de corta duración. Con la Revolución Comunista de China aún fresca, Beijing recurrió a la Unión Soviética en busca de apoyo económico y militar para asegurar su nuevo estado. Ideológicamente en la misma página, las dos potencias tenían un enemigo común: Estados Unidos y sus aliados.

Al asegurarse una amistad con China, Stalin finalmente esperaba inclinar la balanza de la Guerra Fría lejos de Europa y hacia Asia, dándole una ventaja estratégica sobre la OTAN.

La historia puede estar a punto de repetirse. El presidente ruso, Vladimir Putin, comentó ayer que no podía descartar una posible alianza militar entre Moscú y Beijing. Aunque observó que ese vínculo no era necesario en la actualidad, señaló, «en teoría, es muy posible imaginarlo» y que, «sin ninguna duda, nuestra cooperación con China está reforzando la capacidad de defensa del ejército de China» y «el tiempo mostrará cómo se desarrollará … no lo excluiremos.

Sin duda, los lazos estratégicos de China con Rusia se están fortaleciendo. Aunque no están de acuerdo en absolutamente todo, ¿qué lo lleva a esto? ¿Y cuál sería la consecuencia de tal alianza? En última instancia, los dos países se encuentran nuevamente unidos por la premisa de “El enemigo de mi enemigo es mi amigo” y se enfrentan a Estados Unidos y sus aliados del tratado. Esto ya ha dado lugar a una amplia cooperación militar y tecnológica. Sin embargo, el resultado de un pacto militar formal sería problemático para Washington, ya que cambiaría el equilibrio de poder a través de la masa continental euroasiática, así como en las fronteras específicas en las que ha intentado atacar a Rusia y China.

El punto de inflexión para la creciente afiliación estratégica entre Pekín y Moscú comenzó en 2014. Ante la crisis de Ucrania y las sanciones occidentales, Putin recurrió a China para diversificar la estrategia económica de Rusia, firmando varios acuerdos de gasoductos históricos que hicieron que la Federación de Rusia profundizara su papel en el suministro energía a China. A su vez, este período también vio a Rusia convertirse en un componente fundamental de la iniciativa Belt and Road de Beijing, lo que permitió que la inversión china conectara a Eurasia con ambiciosos desarrollos de infraestructura, incluida la construcción de carreteras y ferrocarriles a través del territorio ruso que han permitido a China establecer rutas terrestres directas a Naciones europeas.

Pero a medida que esta relación económica se ha intensificado, también lo ha hecho la militar. China también se ha encontrado a la vanguardia del creciente antagonismo en los últimos años de Occidente, y no menos de Estados Unidos. Si bien la preocupación de Rusia ha sido la frontera de Europa del Este y la expansión de la OTAN hacia el este, China, por otro lado, enfrenta una creciente presencia militar de Estados Unidos y sus aliados alrededor de su frontera marítima en los mares del sur y este de China, con Washington promocionando su iniciativa de «Indo-Pacífico libre y abierto» como un intento por contener a Beijing. Ambos países están seguros dentro de sus masas continentales, pero enfrentan constantes dolores de cabeza estratégicos sobre estas “periferias hostiles”, y aquí es donde los intereses comunes cubren la cooperación militar.

¿Qué impacto tendría tal alianza? Un acuerdo formal en última instancia plantearía problemas para Estados Unidos y sus aliados. En primer lugar, en el noreste de Asia alrededor de la península de Corea y Japón, una asociación entre Rusia y China cambiaría el equilibrio de poder de manera integral, especialmente en términos de poder aéreo y naval. La adición de Rusia a las disputas del Mar de China Meridional también expandiría el dominio de Beijing en la región, particularmente en el aire, si China ofreciera acceso a bases en esta región. Asimismo, la incorporación de capacidades chinas en Europa también plantearía nuevos desafíos para la OTAN.

La pareja también convertiría el equilibrio de las fuerzas nucleares en el mundo contra Estados Unidos, probablemente provocando una carrera armamentista.

Por supuesto, todo esto es hipotético. Los países tienen intereses crecientes y es probable que primero intensifiquen su cooperación estratégica, económica y tecnológica — por ejemplo, Rusia está proporcionando un bastión para Huawei mientras Estados Unidos intenta forzarlo a salir de los mercados occidentales — pero, no obstante, esto no suficiente para formar un matrimonio comprometido. Moscú y Beijing tienen diferencias. Una participación de China en el frente de la OTAN de Europa amargaría aún más sus intentos de mejorar las relaciones comerciales y de inversión con la Unión Europea, mientras que Rusia igualmente sigue teniendo intereses en tratar con India, que ha sido un frente de fricción militar china.

Sin embargo, se puede notar que estas diferencias no se oponen a la tendencia. La cooperación entre los dos países seguirá creciendo; al menos, cada uno sirve como un contrapeso estratégico vital para protegerse contra las políticas de contención, sanciones y antagonismo planteadas por la alianza occidental. Claramente se necesitan el uno al otro, pero aún no se sabe con certeza si esto dará lugar en algún momento a una alianza militar formal. Pero es una perspectiva que seguramente preocupará a los políticos occidentales.

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