La mayoría de los rusos se oponen a la implantación de microchips en el cuerpo humano, una idea popular en las películas de ciencia ficción, pero rara en la realidad, según ha descubierto una encuesta reciente.
Mientras que un enorme 77 por ciento de los encuestados por el Centro de Investigación de Opinión Pública de Rusia VCIOM (un equipo vinculado al estado) dijeron que están en contra de la idea en principio, el 45 por ciento explicó que tenían miedo de ser implantados sin siquiera saberlo.
Otros ciudadanos hipersensibles enfatizaron que sus temores se basaban en la presunción de que los microchips podrían ser peligrosos para su salud o usarse para vigilancia las 24 horas.
Solo el 11 por ciento de los encuestados dijo que no estaban tan preocupados o que tenían otras cosas de qué preocuparse. Sin embargo, no esperaban tecnología que pudiera hacer que las personas aparecieran cyborgs en el corto plazo, al menos no durante su vida. El veintitrés por ciento nunca había oído hablar de tal tecnología antes de que los sociólogos los iluminaran.
Algunas personas, también una pequeña minoría, creen que el chip les beneficiaría, ya que facilitaría el reemplazo de las identificaciones en papel y las tarjetas bancarias o ayudaría en la búsqueda de personas desaparecidas.
En 2019, un grupo de activistas conservadores adoptó una resolución contra el «chip obligatorio» y la «vigilancia electrónica total» que asumieron significaba pasaportes biométricos y otras herramientas de autorización digital personal.
En 1998, el británico Kevin Warwick se convirtió en la primera persona viva en la historia en tener un chip de silicona implantado en su cuerpo. Usó un microdispositivo en su brazo como herramienta de control remoto. El experimento duró nueve días antes de que se retirara el chip.
En 2006, la empresa estadounidense CityWatcher implantó chips en los brazos de sus empleados para utilizarlos como claves de acceso a los bancos de datos de la empresa.
En 2015, una empresa sueca llamada Epicenter siguió este ejemplo, sus empleados utilizaron la tecnología para abrir puertas, operar impresoras y comprar en máquinas expendedoras.
Actualmente, a pesar de esos controvertidos experimentos, la tecnología se usa principalmente para localizar mascotas y ganado, no personas.