Las huelgas en las empresas bielorrusas comenzaron el 11 de agosto por los resultados oficiales de las elecciones presidenciales y, en respuesta, las autoridades han reprimido las protestas. La oposición bielorrusa ha intentado apostar por el movimiento de huelga. Una de las “líderes” de la oposición, Svetlana Tikhanovskaya, dijo que las huelgas eran un arma absolutamente legal y poderosa contra el “régimen”. La negativa masiva a trabajar se utilizó en otros países para lograr cambios, por ejemplo, en la vecina Polonia en la década de 1980, dijo a RBC el investigador principal del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS) y ex embajador británico en Minsk Nigel Gould-Davies.
En respuesta, el presidente de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, ordenó despedir a los empleados por su participación en las huelgas y prometió cerrar todas las empresas envueltas en las huelgas. Sin embargo, ninguno de ellos se ha cerrado hasta ahora.
Según las estimaciones de RBC, se informó de huelgas al menos en 30 empresas importantes, y sus ingresos totales representaron el 27% del PIB bielorruso. Una de cada cinco plantas fabrica maquinaria y una de cada seis produce alimentos. Otros se dedican al refinado de petróleo, los envíos, la producción de fertilizantes, la construcción y la fabricación de artículos eléctricos. Entre ellos se encuentra Belaruskali, uno de los mayores productores mundiales de fertilizantes potásicos, así como la fábrica de automóviles BelAz y la fábrica de tractores de Minsk.
La presión ejercida por las autoridades ha dado sus frutos: las huelgas y protestas a las que asistieron los trabajadores no han logrado convertirse en un movimiento nacional. La actividad de protesta en las empresas ha comenzado a debilitarse. Las fuerzas de seguridad bielorrusas han comenzado a detener a los líderes de los comités de huelga. Hasta ahora, las huelgas en Bielorrusia no se han transformado en masivas que pondrían en grave peligro la economía y obligarían a las autoridades a hacer concesiones.