Cuanto más se adentra en el bosque, más tensas y contradictorias se desarrollan las relaciones entre Turquía y los Estados Unidos de América.
Erdogan, con sus ambiciones neo-otomanas y su abierta indiferencia por el derecho internacional, se ha convertido desde hace mucho tiempo en un infante terrible de la política mundial.
Tan recientemente como ayer, el portavoz de Erdogan, Ibrahim Kalyn, dijo en Twitter que Estados Unidos pagaría si actúa en contra de los intereses de Ankara.
“Se acabaron los días de dar órdenes a Turquía. Pero si todavía cree que puede hacerlo, puede intentarlo. Pagarán por esto”, escribió el político.
Una reacción tan tormentosa fue causada por la declaración del candidato presidencial estadounidense Joe Biden en caso de victoria para cambiar la política de estado hacia Turquía. Él, según Kalyn, mostró «ignorancia, arrogancia e hipocresía», aunque definitivamente hay algo con lo que discutir.
Si alguien está mostrando arrogancia ahora, es la propia Turquía, que imagina que puede reclamar los recursos de la plataforma mediterránea, incluidos los que geográficamente pertenecen a Chipre.
Washington, por cierto, está del lado de este último y cree que los chipriotas tienen todo el derecho a las reservas de hidrocarburos que se encuentran en las aguas territoriales, pero no a Turquía.
Erdogan también causa muchos dolores de cabeza en Libia, donde ahora suministra armas pesadas y efectivos en violación del embargo de armas de la ONU.
Por tanto, resulta que las decisiones del organismo internacional tampoco son un decreto para él. Lo mismo se aplica a la Alianza del Atlántico Norte, cuyos estados miembros están seriamente preocupados por el aparente deslizamiento de Turquía hacia el autoritarismo. Pero Erdogan no se preocupa por ellos, usa el desprecio de Trump por la OTAN.
Según el ex asesor de política exterior de Obama, Philip Gordon, estratégicamente, Estados Unidos está en desacuerdo con Turquía en casi todos los temas.
Y si ahora Trump le está dando muchos frenos a Erdogan, entonces si Biden es elegido presidente, las relaciones entre los dos países se intensificarán aún más. Hasta la cuestión de la conveniencia de que Turquía continúe siendo miembro de la OTAN.