Medio centenar de especialistas cubanos en servicios de emergencias sostienen una batalla por la vida, en una de las instituciones hospitalarias de Caracas dedicada a la atención al paciente grave por Covid-19.
El grupo de galenos de la octava brigada del contingente Ernesto Guevara, constituido para reforzar las zonas más afectadas por la pandemia en la nación sudamericana, refuerza las labores del gobierno bolivariano para la prevención, atención y control del coronavirus SARS-CoV-2.
En la unidad de cuidados intensivos del hospital Doctor Leopoldo Manrique, al sur de la urbe capitalina, los colaboradores de la misión médica cubana velan por la salud de cada enfermo de Covid-19; entre experiencia y aprendizaje, comparten criterios y revisan minuciosamente cada caso. Desde mediados de julio, asumieron labores asistenciales en un centro de salud con áreas remodeladas por el Ejecutivo nacional, en un contexto marcado por el sostenido aumento de casos positivos en el Distrito Capital, considerado epicentro de la pandemia.
En entrevista con Prensa Latina, el especialista en primer grado de Terapia Intensiva y Emergencia, Alexander Roque Gali, destaca que el enfrentamiento diario a la Covid-19 requiere del constante intercambio de conocimientos y estudio para cumplir con el propósito de salvar vidas.
Al frente del equipo de 56 profesionales, el galeno de la provincia de Pinar del Río explica que los médicos y el personal de enfermería, laboratorio clínico, rayos x, imagenología y anestesia conforman tres equipos de guardia para garantizar la atención constante a los pacientes graves.
‘En la terapia intensiva nos enfrentamos a complicaciones asociadas a insuficiencia respiratoria con necesidad de ventilación, cardiovasculares, arritmias, procesos de tromboembolismo, entre otras, descritas ya en la literatura referida a la Covid-19’, precisa Roque Gali.
Ante el repaso de la memoria aflora el recuerdo de una de las primeras pacientes salvadas por el equipo de expertos cubanos, a pesar de su estado de gravedad, quien profesó su agradecimiento infinito a los galenos justo antes de despedirse de la unidad de cuidados intensivos.
‘Logramos recuperarla después de aplicar el protocolo y las normas establecidas para esta enfermedad; la señora de 52 años llegó en muy malas condiciones, y resultó emotiva su despedida de la sala de terapia intensiva, con tantas muestras de agradecimiento hacia nosotros’, relata.
Como médicos intensivistas sostenemos una lucha eterna por la vida y la mejor recuperación posible del paciente grave, asegura el doctor Roque Gali, miembro fundador del contingente Henry Reeve, especializado en brindar atención médica en situación de desastres y graves epidemias.
Después de prestar servicios de salud en Guatemala en el 2005 y por segunda vez en Venezuela, el máster en Urgencias Médicas valora como único e inolvidable, el actual desafío por la salud en medio de la crisis sanitaria mundial.
Nos sentimos felices de formar parte de esta brigada, y protagonizar este arduo capítulo profesional, como muchos de mis colegas en varios lugares del mundo, subraya Roque Gali; ‘será suficiente con que alguien recuerde algún día lo que hicimos’.
CUANDO EL DEBER LLAMA
En su primera vez fuera de Cuba, el enfermero intensivista Frank Javier Almeda asume hoy, junto a un grupo de colegas, el mayor desafío de su carrera profesional, al enfrentar en la denominada zona roja las peores secuelas del virus SARS-Cov-2.
Con humildad y consagración a la tarea de salvar vidas, el joven de 27 años relata a Prensa Latina su quehacer en la sala de emergencias del Hospital Periférico de Coche, en Caracas, como parte de la octava brigada del contingente Ernesto Guevara.
En la unidad de terapia intensiva, el personal de enfermería provee a los pacientes en estado vital completamente deficiente, todos los cuidados indicados por los médicos, por lo tanto, debemos brindar el 100 por ciento de nuestras habilidades, destaca el colaborador cubano.
‘Nuestro compromiso es directamente con los enfermos en estado grave, de mantenerlos a salvo el mayor tiempo posible para conseguir su recuperación, unido al reto de extremar las medidas de bioseguridad para evitar el contagio’, precisa Almeda.
Una mezcla de tensión y valor experimenta el enfermero natural de La Habana, quien con siete años en la profesión revela una de sus claves para el éxito: ‘abandonar la mochila de los problemas personales para cargar con los de mis pacientes, y hasta ahora me ha funcionado bien’.
Almeda trabajaba y cursaba el tercer año de la licenciatura en enfermería cuando le propusieron cumplir misión internacionalista en Venezuela y respondió al llamado del deber, aunque la decisión implicaba alejarse de su hijo Lucas, apenas con pocos meses de vida.
‘Algún día podré contarle a mi pequeño sobre estos días desafiantes en el combate directo a la Covid-19; eso me llena de orgullo porque es una experiencia dura, la más fuerte de mi vida profesional, y agradezco por la confianza depositada en mí, en medio de esta pandemia’, manifiesta.
Integrar la brigada Henry Reeve, figura entre las aspiraciones del profesional cubano de la salud, quien desde niño definió su sueño de vestir el uniforme blanco de enfermero para sanar y salvar, metas que en la actualidad supera en el día a día de una sala de terapia intensiva.