Negociaciones trabadas

Artículo Original: Andrey Babitsky

La respuesta al ultimátum del jefe adjunto de la administración presidencial rusa, Dmitry Kozak, que había exigido que el Gobierno ucraniano rápidamente rectificara las declaraciones del jefe adjunto de la delegación ucraniana en las conversaciones de Minsk, Alexey Reznikov, sobre la necesidad de revisar los acuerdos de Minsk, ha llegado del Parlamento de Ucrania, no de Volodymyr Zelensky. Es más, la respuesta es tan poco ambigua que Kozak puede ya cumplir su amenaza de considerar a Ucrania fuera de los acuerdos de Minsk. Pero volveremos a esto más adelante.

El jueves, el Parlamento adoptó una resolución cuyos postulados fundamentalmente contradicen el espíritu y la letra de los acuerdos. No hay nada especialmente nuevo en el texto del documento. Las demandas que exigen son las que se han repetido en boca de diferentes políticos y dos presidentes, el actual y el anterior. Sin embargo, la decisión del Parlamento tiene un peso político diferente. Se trata ya de una posición oficial del Estado y ninguna de las autoridades del país puede, por principio, desviarse de ella.

El documento da el pistoletazo de salida al proceso de elecciones locales en todo el territorio de Ucrania, a excepción de los territorios fuera de su control: ORDLO [como Ucrania se refiere a la RPD y la RPL-Ed] y Crimea. Allí, las elecciones se podrán celebrar únicamente en caso de que Rusia cumpla cinco condiciones esenciales. Son unas condiciones con las que ya estamos familiarizados. Se trata de la “retirada de formaciones armadas ilegales gestionadas, controladas y financiadas por la Federación Rusa, las fuerzas de ocupación rusas y su equipamiento militar del territorio de Ucrania”; “el restablecimiento del control completo de la frontera estatal de Ucrania”; “restablecimiento del orden constitucional e imperio de la ley en los territorios temporalmente ocupados de Ucrania”; “seguridad de los ciudadanos ucranianos que residen en los territorios de la República Autónoma de Crimea, las regiones de Donetsk y Lugansk y la ciudad de Sebastopol”.

Todas estas exigencias pueden ser consideradas como la revisión fundamental de los acuerdos de Minsk a la que se referían Reznikov y otros políticos ucranianos. De hecho, se trata de un documento que explícitamente afirma que Ucrania no tiene intención alguna de implementar los acuerdos de Minsk sino que los ha enterrado.

El Kremlin no se ha pronunciado ni ha comentado la decisión de los diputados ucranianos, pero el comunicado del servicio de prensa del presidente ruso sobre la conversación con la canciller alemana Angela Merkel puede considerarse una reacción indirecta y posiblemente preliminar. El comunicado afirma lo siguiente: “Ambos países han dado una valoración negativa sobre las recientes declaraciones de los oficiales ucranianos sobre la necesidad de revisar el “paquete de medidas” de Minsk. No hay alternativa a los acuerdos de Minsk, única base para la resolución del conflicto interno ucraniano. En este contexto, se ha resaltado la importancia de la completa e incondicional implementación del “paquete de medidas” y las decisiones adoptadas en las cumbres del Cuarteto de Normandía, incluyendo la celebrada en París el 9 de diciembre de 2019”.

Pero las “declaraciones” mencionadas en el texto son ya algo del pasado. Ahora Moscú tendrá que lidiar con la postura oficial de Kiev, que ha sido formalizada por la resolución del Parlamento, cuya esencia es ignorar completamente la implementación de los acuerdos de Minsk. Creo que la pausa que se ha tomado el Kremlin se explica por el hecho de que la respuesta a esta provocación debe ser muy seria. Al fin y al cabo, se trata, ni más ni menos, del funeral del proceso de paz, cuyos términos fueron acordados en 2015.

Se puede decir que Minsk ya no existe y que Moscú debería mirar a otra parte y buscar algo con lo que reemplazarlo. Es evidente que el Parlamento ha puesto fin al diálogo en el formato de Minsk pronunciando su propio ultimátum como respuesta a la amenaza de Kozak. Hay una posibilidad de que París y Berlín muestren su enfado por la arbitrariedad del Parlamento de Ucrania y exijan a Zelensky que cambie el curso de los hechos. En ese caso, tendrá que sacar la bandera blanca, porque Ucrania depende críticamente de la ayuda y de los créditos de la Unión Europea y los países europeos. Sin embargo, no se puede asumir que eso vaya a lograr salir del bloqueo. El presidente ucraniano, bajo fuerte presión de los radicales, no dará un solo paso que pueda suponerle un conflicto con ellos.

El cambio de tono de las declaraciones de Moscú sugiere, en mi opinión, que comprenden que las negociaciones han llegado a un punto muerto y que algo tienen que cambiar en la configuración de estos procesos. Si no, el conflicto en Donbass amenaza con alargarse durante muchos años. De hecho, la respuesta del Kremlin a la resolución del Parlamento debería dar una idea de cómo Rusia pretende desatar el nudo gordiano que ha creado Ucrania.

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