En un nuevo acto inhumano contra Siria, Turquía ha cerrado el agua del río Éufrates y ha puesto el norte de Siria al borde de una catástrofe humanitaria.
Después de que el Ejército sirio recuperó el control de la mayoría de las zonas ocupadas por los terroristas, parecía que Siria estaba cerrando un capítulo sombrío del gravísimo conflicto armado que ha dejado cientos de miles de muertos, la mayoría civiles.
La intervención extranjera no permite a los sirios soñar con la paz que tanto anhelan, ni con un nivel digno de la vida, tampoco de seguridad, y su impacto está lejos de reducirse, de hecho, la población civil de nuevo es el principal perdedor de esta intervención.
El aumento de las medidas hostiles de Turquía en la región ha puesto al borde del colapso las reservas y las proyecciones de Siria, marcadas por un conflicto armado que ya ha entrado en su décimo año, lo que augura un problema de grandes dimensiones a corto plazo para los civiles sirios e iraquíes que viven al lado de los ríos Éufrates y Tigris.
Desde hace varios meses, la cantidad de agua del Éufrates que fluye desde Turquía hacia Siria ha llegado a menos de una cuarta parte de la cantidad acordada entre Damasco y Ankara en 1987. En aquel entonces, las dos partes alcanzaron un acuerdo provisional, según el cual, el nivel del flujo del agua hacia Siria no debía ser inferior a 500 metros cúbicos por segundo para evitar una catástrofe humanitaria a lo largo del río en el territorio sirio.
Mediante la construcción de seis presas sobre el Éufrates, Turquía ha tomado el control del agua de este río, lo que contradice el acuerdo suscrito en 1987. La guerra por el agua de Turquía coincide con la aplicación de la denominada Ley Cesar de EE.UU. —que sanciona a varias autoridades sirias— y con la continuación de las operaciones del grupo terrorista EIIL (Daesh, en árabe) en las zonas desérticas de Siria.
Ankara, también sigue proporcionando apoyo directo a grupos armados en el norte de Siria, desde la provincia de Idlib hasta las afueras de Al-Hasaka, y ha convertido el asunto del agua en una palanca de presión contra el pueblo sirio.
El río de Éufrates se considera la columna vertebral de la economía de la mayoría de las provincias sirias y el pilar principal de la economía nacional.
La guerra por el agua forma parte de la confrontación a gran escala de Turquía contra Siria. El Gobierno turco utiliza grupos armados, como Frente Al-Nusra (autodenominado Frente Fath Al-Sham), que operan en las zonas bajo su control, para desviar la atención del Gobierno sirio de sus repetidas violaciones en la zona de desescalada de tensión, donde incendian los productos agrícolas en las afueras de Al-Hasaka y Al-Raqa y ayudan a la reactivación de Daesh en las zonas desérticas del país árabe.
Al reducir el flujo del agua, Turquía está tratando de desestabilizar la seguridad alimentaria de Siria. Los civiles sirios en las zonas norteñas corren grave peligro en la tarea de búsqueda de agua, incluso puede llegar a ser mortal debido a las medidas hostiles de Ankara.
Tales acciones de Turquía, que pueden considerarse una agresión, no son nada nuevo. Durante años, Ankara ha estado tratando de bloquear el flujo de las aguas del Tigris y del Éufrates a las naciones de Siria e Irak.
Durante los últimos años, Turquía ha construido grandes represas en los afluentes de Jabur, Jaghjagh-Jarjab-Zarkan y Tel Half, dejando a Siria con un flujo muy mermado de agua durante varios meses del año.
La construcción de estas represas ha tenido un impacto negativo en la vida de los civiles, ya que seca los pozos superficiales y baja los niveles de agua subterránea, lo que resulta en una reducción drástica en el cultivo de tierras agrícolas.
Turquía se niega a reconocer al Éufrates como un río internacional y viola las leyes internacionales de distribución de agua. Hay que sumar los acuerdos de Ankara con el régimen de Israel a esta lista de medidas turcas en el marco de su guerra por el agua contra Siria. Ankara ha vendido cantidades significativas de agua del río Éufrates, en forma de botellas de plástico, al régimen sionista.
Cuando casi se termina el conflicto armado y ya dejan de sonar los tambores de guerra en el territorio sirio e iraquí, la región está a punto de atestiguar guerras alternativas. Las más importantes de estas son el terrorismo económico y la guerra por las cuencas del Éufrates y Tigris. Un aspecto de esa guerra es que Turquía además de enfrentamientos militares y políticos está usando el agua como arma, mediante la construcción de represas sobre los ríos de Éufrates y Tigris para presionar a Siria e Irak.
Conforme a todas las convenciones y cartas internacionales, el uso del agua como arma para controlar el destino político de otras naciones o para convertir el líquido vital en una mercancía para lograr objetivos políticos es un crimen de lesa humanidad y no difiere del apoyo al terrorismo, que lleva años practicando Turquía al respaldar a los grupos de la oposición sirios.
Guerra del agua complica lucha siria contra la COVID-19
El Gobierno de Siria, presidido por Bashar al-Asad, ha denunciado la guerra del agua lanzada por Turquía contra las zonas septentrionales del país y ha exigido a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que condene los crímenes de Ankara y adopte medidas urgentes para garantizar el suministro de agua potable a los civiles.
Desde el pasado mes de febrero, las bandas extremistas que cuentan con el respaldo de Turquía han aumentado sus actos de sabotaje contra infraestructuras en las provincias septentrionales sirias, como Alepo, Idlib y Al-Hasaka. Estos terroristas han cortado el suministro de agua potable a los civiles sirios.
Los aliados de Turquía han recurrido a esas medidas en un momento en el que todo el mundo se ha enfocado en prevenir la propagación del nuevo coronavirus, causante de la COVID-19. Los cortes de agua afectan la población civil quienes así serán obligados a utilizar agua sucia del subsuelo para el consumo público.
No hay duda que el acceso al agua potable es un factor clave para prevenir y contener la pandemia de la COVID-19, que se está cobrando vidas en todo el mundo. Dado que lavarse las manos con agua y jabón es vital en la lucha contra el coronavirus, las Naciones Unidas han pedido a los países que permitan el acceso al agua a las poblaciones que viven en las condiciones más vulnerables, en especial bajo conflicto armado.
El Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) advierte a su vez que las medidas de los terroristas, apoyados por Ankara, han amenazado la vida de al menos 460 000 sirios. “La interrupción del suministro de agua durante los esfuerzos actuales para frenar la propagación de la enfermedad por coronavirus pone a los niños y las familias en un riesgo inaceptable”, criticó el representante de Unicef en Siria, Fran Equiza.