El secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, sostuvo una reunión privada en Hawái con el principal supervisor de las relaciones de Beijing con Washington, miembro del Politburó del Partido Comunista Chino (PCCh), Yang Jiechi. Las negociaciones en una base militar de Honolulu se convirtieron en el primer contacto bilateral de alto nivel entre los países después de la pandemia de coronavirus, durante la cual la rivalidad estratégica entre ambas naciones se intensificó bruscamente, escribió Kommersant. Mientras tanto, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, ha estado presionando, pero al mismo tiempo no quiere una ruptura dura con China. Su objetivo es lograr las máximas concesiones en las relaciones comerciales y económicas, para llamar a esto su principal activo de política exterior antes de las elecciones presidenciales de Estados Unidos, escribió el periódico.
Las partes decidieron no anunciar la agenda de las conversaciones. Sin embargo, la reunión fue particularmente interesante debido al hecho de que las conversaciones en Hawái coincidieron con un escándalo después de que el ex asesor de seguridad nacional de Trump, John Bolton, en sus memorias aún no publicadas afirmara que Trump había pedido personalmente a su homólogo chino, Xi Jinping, que lo ayudara a ganar las elecciones presidenciales del 2020 en EE.UU.
En esta situación, Pompeo se convirtió en el principal conductor de la línea general de la Casa Blanca para ejercer la máxima presión sobre Beijing, escribió Kommersant. En medio del escándalo, menos de un día antes de las conversaciones en Hawai, Trump firmó un proyecto de ley que permite sanciones contra funcionarios chinos que, según Washington, “violan los derechos” de una minoría nacional. El Ministerio de Relaciones Exteriores de China calificó el proyecto de ley como una grave interferencia en los asuntos internos de China.
«En este año de elecciones presidenciales de Estados Unidos, Donald Trump busca mostrarle a EE.UU. que solo su política hacia China puede garantizar los intereses nacionales de los Estados Unidos, tal como los entiende. Por lo tanto, hoy no necesita largas conversaciones con Beijing, sino condiciones duras para los chinos. Esta política combina presión directa con elementos de un juego diplomático para no derrumbar el mercado de valores», dijo a Kommersant el director del Centro de Estudios Políticos, Andrey Fedorov. «Si bien los opositores de Trump están tratando de acusarlo de una conspiración secreta con Beijing, el presidente no pierde la esperanza de presentar las relaciones con China como su principal bendición de política exterior», señaló el experto.