Encarcelar inmigrantes genera enormes ganancias en EE.UU., pero con la pandemia del COVID-19 se escribe un nuevo capítulo en la degradante deshumanización.
Estos médicos desafían la mirada de las autoridades. Detrás de estas murallas, un negocio legalizado de tráfico humano con cuantiosas víctimas.
Este campo de concentración para inmigrantes en la Florida es parte de una red nacional del Grupo Geo y otros carceleros corporativos asociados a la Administración de Trump.
Así, la era de COVID-19 revela la brutal realidad: estos campos de concentración -que privan de libertad al indígena y al trabajador inmigrante- no son más que campos de exterminio. Donde mueren dos o mueren cien.
Estados Unidos: con más de un millón 187 000 de contagiados y contando por encima de los 68 000 muertos. Algunas cortes de distrito ordenaron liberar a los inmigrantes sin antecedentes criminales. Pero esto solo ocurre en “ciertas” jurisdicciones; para evitar observaciones y ocultar datos, los carceleros recirculan presos en la red nacional.
Dos muertos aquí, tres allá, diez más acá. Nunca se sabe con certeza; como tampoco nunca se supo del paradero de miles de niños migrantes separados de sus familias. Estos son datos inconvenientes para la industria carcelaria.
Industria que -con el aval de las agencias del Gobierno- mantiene una cartera bursátil billonaria de capitales activos al “precio por cabeza”, cual si se tratara de un mercado de esclavos.