La gente en el Líbano comenzó a salir a la calle en medio de la pandemia de coronavirus a pesar de las restricciones de de autoaislamiento, que han estado vigentes durante casi un mes, escribe Izvestia. Los activistas se oponen a la corrupción y la incapacidad del gobierno para hacer frente a la prolongada crisis económica, la peor desde la guerra civil cuando el país estaba en ruinas. Según los datos del Banco Mundial, más del 45% de las personas en el Líbano viven por debajo del umbral de pobreza, mientras que en septiembre pasado esa cifra era del 33%.
Hasta ahora, los disturbios no han tenido ningún efecto adverso sobre la incidencia de coronavirus en el país, pero los expertos advierten que lo peor aún puede estar por venir.
El jefe del Centro del Instituto Ruso de Estudios Estratégicos del Cercano y Medio Oriente, Vladimir Fitin, explicó a Izvestia que la situación actual en el Líbano no es tanto el resultado de la pandemia, sino el resultado de las políticas aplicadas por el gobierno actual.
«La situación era muy compleja antes de la pandemia también. A diferencia de años anteriores, las protestas que se habían desatado en el país desde octubre no tenían nada que ver con la afiliación religiosa. Tanto sunitas como chiitas, personas que se adhieren a las creencias drusas y cristianos tomaron parte de ellas. Todos estaban indignados por el estado de cosas, la corrupción ilimitada, el desempleo y la caída sustancial en los niveles de vida. La pandemia ayudó a detener las protestas masivas durante algún tiempo, pero estaba claro que esto no es una solución para el problema, sino solo un retraso», dijo.
El FMI exige que el país emprenda reformas radicales, principalmente con respecto a los impuestos, que empobrecerán aún más a la población y que desencadenarán nuevas protestas, por lo que la situación es casi desesperada, enfatizó Fitin.