Entre el 19 y el 20 de marzo de 2011, Estados Unidos lanzó sobre Libia unos 110 misiles Tomahawk, que provocaron decenas de víctimas civiles.
Un 19 de marzo, pero de 2011, las fuerzas armadas de Estados Unidos (EE.UU.) dieron inicio a su intervención en Libia para forzar el derrocamiento del líder Muamar Al Gadafi, cuyo Gobierno promovió un significativo avance en materia social, política y económica en el país norafricano.
Entre el 19 y el 20 de marzo de 2011, EE.UU. lanzó sobre Libia unos 110 misiles Tomahawk, mientras que la fuerza aérea francesa realizó un ataque con sus cazas Rafale, que provocaron la muerte de cientos de civiles.
Para “justificar” estos bombardeos, los militares estadounidense crearon operaciones de bandera falsa que “legitimaron” sus acciones de fuerza.
EE.UU. y la revuelta
EE.UU. organizó en febrero de 2011 a opositores al Gobierno de Gadafi en Bengasi (noreste) que fabricaron una revuelta. De esta manera, se registraron manifestaciones antigubernamentales alentadas por Occidente en las calles para exigir mejores condiciones de vida.
Como antecedente, un artículo publicado en rebelion.org recuerda que un agente del Mossad (la agencia israelí de inteligencia) admitió que, en 1984, ese servicio secreto plantó un transmisor de radio en el complejo de Gadafi en Trípoli, Libia, que hizo trasmisiones terroristas falsas registradas por el Mossad, con el fin de mostrar a Gadafi como partidario del terrorismo.
El entonces presidente estadounidense Ronald Reagan bombardeó Libia inmediatamente después.
Acusaciones falsas
Países de Occidente denunciaron al mundo que supuestamente las fuerzas leales a Gadafi usaban aviones de combate para atacar a los rebeldes, pero que esas operaciones afectaba a los civiles, algo que fue negado reiteradamente por el Gobierno libio.
La Corte Penal Internacional (CPI) pidió, de inmediato, investigar a Gadafi por supuestos crímenes de lesa humanidad por las acciones militares emprendidas en las manifestaciones antigubernamentales.
A estas acusaciones se le sumó una de la Interpol, que consideraba que el líder libio había ordenado bombardeos aéreos contra civiles indefensos.
EE.UU., Francia y Gran Bretaña, aprovecharon esa oportunidad y el 19 de marzo de 2011 iniciaron una operación militar amparada por la ONU con la excusa de crear una zona de exclusión aérea, para supuestamente proteger a los civiles libios.
La ofensiva culminó con el derrocamiento del Gobierno de Gadafi y con el asesinato del líder libio, en octubre de ese mismo año.
Analistas internacionales sostienen que el verdadero objetivo de la Operación en Libia “no era establecer la democracia, sino tomar posesión de sus reservas de petróleo, y privatizar la industria petrolera del país, transfiriendo el control y propiedad de su riqueza petrolera a manos extranjeras”.
Dos gobiernos
En la actualidad, en Libia coexisten -enfrentados en armas- dos poderes Ejecutivos, cada uno de los cuales cuenta con distintos respaldos internacionales: el Gobierno de Acuerdo Nacional (GAN), asentado en Trípoli, y el Gobierno de oriente, encabezado por Abdulah al Zani, que está instalado en la ciudad de Tobruk y es apoyado militarmente por las Fuerzas Armadas Nacionales Libias (FANL), comandadas por el militar Jalifa Haftar, un antiguo colaborador de Gadafi, aunque después se distanció de él.
Ambas estructuras de mando compiten entre ellas por el manejo y control del petróleo, que constituye la principal fuente de ingresos de la nación norafricana.