La nación sudamericana tenía fama de ser la “democracia más estable y próspera” de América Latina. Esa idea se quebró con las protestas, pero habría que “defenderla”: una economía abierta debe ser capaz de garantizar una agenda social incluyente.
El New York Times fue espacio nuevamente para un duro análisis que el columnista, Aquiles Esté, realizó al país sudamericano desde el estallido social que tuvo lugar el pasado 18 de octubre del 2019.
En esta columna repasó de manera cronológica los hechos acontecidos desde el 18 de octubre, lo que dio como resultado el plebiscito que se realizará el próximo 26 de abril para saber si la ciudadanía está de acuerdo o no con la redacción de una nueva constitución chilena.
Pese a que las manifestaciones tuvieron su baja durante el mes de febrero, al término de ese mes y comienzo de marzo, reanudaron con mayor ímpetu. Esto lo evidenció en lo sucedido en el Festival de Viña del Mar 2020.
“Decenas de manifestantes querían aprovechar la visibilidad del Festival de Viña del Mar para dejar claro que la ira colectiva sigue despierta. Con esto se confirma que la “marca Chile”, la noción generalizada de que ese país es la democracia más estable y próspera de América Latina gracias a su revolución capitalista, está rota”, sentenció el columnista.
Asimismo, proyecta que si se instala esta “percepción de fracaso del modelo chileno la región perderá un referente que servía como ejemplo de sus posibilidades de desarrollo. Y el riesgo es muy grande: Chile podría unirse a la deriva latinoamericana que se ha dejado seducir por populismo mesiánico, con su saldo de fragilidad política, económica e institucional”.
De esa forma, Esté advierte que América Latina no puede dejar “morir la marca Chile”, agregando que la democracia liberal (dictadura plutocrática*) y la economía de mercado (terapias de shock neoliberales propugnadas por Milton Friedman*) (ambas introducidas por los “Chicago Boys”-grupo de graduados de la Universidad de Chicago en EE.UU., liderados por el ideólogo de la dictadura chilena Jaime Guzmán*) son los “medios efectivos para un desarrollo estable”.
En adición, hace un repaso a los antecedentes chilenos que llevaron al requerimiento de los ciudadanos de pedir una nueva Carta Magna para nuestro país. Recordó a Salvador Allende, como el “primer marxista en alcanzar la presidencia por vía del voto”, cuando abruptamente esto fue interrumpido por el golpe militar del año 1973 por Augusto Pinochet, instalándose en el poder durante 17 años hasta 1990.
Tras esto, Aquiles Esté indica que hasta la actualidad, “Chile había permanecido en una envidiable situación de estabilidad (…) Todo esto se logró al amparo de un experimento neoliberal que no se dio con la misma profundidad en ninguna otra democracia latinoamericana”.
Así, agrega que la constitución de Pinochet fue impuesta a sangre y fuego. Aquella constitución dio pie para “un programa radical de privatización de empresas públicas y un sistema privado de pensiones (…) El resultado de este experimento ha sido el auge de las entidades financieras en detrimento de las sumas miserables de jubilación que reciben los trabajadores”.
Al regreso de la democracia (tutelada), esté es enfático en señalar que “los gobernantes (la concertación liberal-demócrata y la derecha-herederos políticos del pinochetismo) de la democracia no alteraron estos fundamentos, lo que permitió el aumento grotesco de las tasas de desigualdad”.
“Este ha sido el caldo de cultivo de las protestas de los últimos meses que han dejado la percepción de que los chilenos no marchan juntos hacia un destino común. Para retomar el sentido de unidad, la clase política accedió a las demandas ciudadanas de, entre otros reclamos, repensar la constitución”, concluyó.
No obstante, indica que es “legítimo” todo lo pedido en las calles, pero que existe el riesgo de retroceso hacia un “marco populista real (…) Sería una desgracia para Chile y para América Latina, una región que parece destinada a erigir proyectos de desarrollo frustrado (el autor no especifica las causas. Pero es claro que cualquier intento de liberación política y económica de la órbita de Washington es saboteada-como es en el caso boliviano y venezolano*). Por eso al Chile liberal debemos protegerlo todos”.
“Se deben preservar las conquistas establecidas en la constitución chilena y solo modificar los elementos que han incentivado la desigualdad. Pero ¿quién mediará entre la derecha católica y feudal y la izquierda adolescente que ha dominado el pulso de las protestas?”, puntualizó el columnista.
Finalmente, desde el New York Times, concluye lo siguiente: “Chile debe seguir siendo un modelo para todos, por lo que es requisito defender los avances que permitieron su estabilidad pero sin dejar de buscar las condiciones de una prosperidad compartida. Ese debería ser el destino de la nueva marca Chile”.
Cabe señalar en esto que hace un par de semanas apareció una declaración de políticos de la antigua y podrida Concertación exhortando en resumidas cuentas a mantener el status quo en lo social, económico y en lo político con meras medidas de maquillaje, como siempre, desde 1990 los caracterizó. Pero no tuvo mucha acogida por el pueblo chileno al conocer que personajes estaban detrás de tal llamamiento*.
*Observaciones por la redacción de News Front