Detrás del supuesto gobierno paralelo que designa autoridades sin poder en el Estado, se encuentra la asfixia económica contra los venezolanos con el robo de sus recursos en el exterior.
Hace un año el intervencionismo de Estados Unidos contra Venezuela subió otro nivel. El entonces presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela en desacato, Juan Guaidó, se autoproclamó “presidente interino” del país y de inmediato fue reconocido por el gobierno de Donald Trump y países aliados.
Los medios de comunicación de derecha en Venezuela y el mundo construyeron una mística en torno al diputado opositor al proyectarlo como el joven de barrio que derrotaría al chavismo y no tardaron en citarlo como “presidente interino”.
En la Constitución de Venezuela no existe la figura del “presidente interino”, así que lo inventaron. Los voceros estadounidenses para la intervención le han explicado al mundo la ley venezolana a su manera y los medios ayudaron a repetirlo.
La consigna del imaginario que tuvo a Guaidó como rostro y la promesa a sus seguidores fue “cese de usurpación, gobierno de transición y elecciones libres”. Además de no cumplirles, el diputado rápidamente mostró que su prioridad era ser el instrumento de Estados Unidos para instalar un “gobierno paralelo” del que pudieran servirse.
El robo de los recursos
Tres días después de la autoproclamación de Guaidó se hizo un embargo a Citgo, una empresa filial de Petróleos de Venezuela (Pdvsa) que tiene tres refinerías en territorio estadounidense con capacidad de procesar diariamente cerca de 800.000 barriles de petróleo.
Estados Unidos le entregó ilegalmente a Guaidó el poder sobre Citgo, y se calcula que el robo del diputado a los fondos de la filial ha sido de 800 millones de dólares.
Desde la autojuramentación se ha recrudecido el bloqueo económico contra Venezuela con las sanciones a las fuentes de ingreso del Estado. En distintos países aliados de Estados Unidos hay recursos de los venezolanos -como el oro en Londres- que han sido congelados y no llegan a los venezolanos.
Merma la mística de Guaidó
La figura de Guaidó vino de más a menos -mucho menos- dentro de la oposición. En enero de 2019 era impensable que un opositor lo criticara; un año después, el discurso del “cese de la usurpación” les parece a muchos opositores solo un chiste de mal gusto.
En redes sociales le cuestionan su inacción sobre algunos temas y su exceso de atención a otros que no consideran una prioridad, como los ataques para “recuperar” la señal de Telesur.
Algunos medios de comunicación pasaron de llamarlo “presidente interino” a dirigente opositor, diputado, entre otras denominaciones similares.
En los últimos meses de 2019 el opositor convocó a algunas protestas, tratando de montarse en la ola golpista de Bolivia. Sin embargo, no dio más que algunas fotos y titulares para crear la ilusión ante los medios internacionales de que sigue a flote.
Ante el desgaste de su imagen y promesas incumplidas dentro del país, a un año de su juramentación fue enviado a una gira por Colombia y distintos países de Europa para recordarle a los aliados de Estados Unidos que aún sigue vigente y que hay que sostener el bloqueo.
Uno más de Los Rastrojos
Guaidó prometió que el 23 de febrero de 2019 entraría a Venezuela la supuesta ayuda humanitaria de la Usaid. Diversos escándalos alrededor de ese hecho:
Los camiones con la supuesta ayuda humanitaria en realidad contenían material para reavivar las protestas golpistas en Venezuela.
Desaparecieron los fondos recaudados por el concierto Aid Live en Cúcuta, organizado por la derecha.
Guaidó cruzó la frontera colombo — venezolana escoltado por miembros del grupo narcoparamilitar Los Rastrojos.
Fueron reveladas fotos de Guaidó con distintos miembros de Los Rastrojos, además de un plan de la derecha para abrirle el camino al paramilitarismo si llegara a la presidencia.