La inquietante veracidad del apoyo estadounidense a los grupos terroristas en Siria demuestra las variantes empleadas para mantener en acción al Estado Islámico, Daesh en árabe, en las zonas fronterizas de esta nación del Levante con Iraq.
Washington, tras los acontecimientos en su embajada en Bagdad, ordenó el asesinato de los generales Qassem Soleimani y Abu Mahdi Al Mohandes, jefes de la Fuerza Quds y Hashad Al Shaabi, respectivamente y activos en la coordinación junto a Siria contra el Daesh.
Todo ocurre cuando a través de un Comando de Coordinación de Operaciones Conjuntas, al que se integran esas fuerzas y el Ejército sirio, incrementaron tareas de observación y control a lo largo de 610 kilómetros de la frontera sirio-iraquí para contrarrestar acciones del Daesh.
Poco pensaron en serio en la retirada de tropas estadounidense del territorio sirio en el año recién concluído y muchos confirmaron que dejaba libres las manos a Turquía en sus ataques contra las llamadas Fuerzas Democráticas (FSD), integradas mayormente por kurdos y desplazar al Daesh hacia áreas donde Washington mantiene bases y construyó al menos dos más.
Sin intervalos, el presidente Donald Trump continuó las instrucciones para que más de 200 camiones cruzaran la frontera con Iraq, abastecieran a las FDS y además, enviara efectivos adicionales para presuntamente ‘proteger’ los campos petroleros de las provincias sirias de Deir Ezzor y Raqqa, ilegalmente ocupados, y en las regiones mencionadas donde actúan
los terroristas.
Al noreste del vasto desierto de Al Badiya, los extremistas atacan al Ejército sirio y reciben una cobertura logística desde la zona de Al Tanef, donde Estados Unidos posee otra ilegal base y protege a éstos infiltrados en el cercano campamento de refugiados sirios de Rubkan, en el sureste de Siria.
Las eliminación de Abu Bakr Al Baghdadi, el máximo cabecilla del Daesh, y la derrota de esa organización terrorista proclamada por el propio Trump en el 2019 con gran algazara mediática y creída por algunos pocos, no fue más que una cortina de humo que la realidad en el terreno se encargó de esfumar.
Los más recientes hechos muestran esa inquietante veracidad, porque en cooperación con el régimen sionista de Israel, Estados Unidos cruza las denominadas ‘líneas rojas’, sabotea acuerdos legales contra el terrorismo entre Irán, Iraq y Siria y promueve una escalada cuya consecuencias son ahora imprevisibles.
El objetivo de Washington y sus aliados está cada vez claro para eliminar el eje de la resistencia formado por Siria, fuerzas iraquìes e iraníes y del movimiento libanés Hezbolá porque el camino destructivo estadounidense en el Oriente Medio pasa por Bagdad, Teherán, Beirut y Damasco.