Ecuador, Haití, Chile y Argentina, viven momentos calificados por muchos de pesadilla, ante la creciente ola de protestas reprimidas por las fuerzas de seguridad de cada uno de los gobiernos.
La mayoría de las manifestaciones, a las cuales las autoridades locales les adjudicaron responsables externos, tienen un hilo conductor: el hastío del pueblo a las recetas económicas impuestas desde la doctrina neoliberal.
En Ecuador, hace apenas dos semanas, la población, encabezada por los pueblos originarios, salió a las calles para exigir la derogación del Decreto 883, que eliminó el subsidio a la gasolina extra y el diesel y que formaba parte de un paquete de medidas.
Las manifestaciones estallaron en Quito y se extendieron a otras zonas del país, tras el anuncio del gobierno ecuatoriano del llamado ?paquetazo’.
Ante el empuje popular, el presidente Lenín Moreno impuso el estado de excepción y se recogió a la ciudad de Guayaquil, antes de llegar a un acuerdo con comunidades indígenas, principales protagonistas de las protesta.
La represión dejó muertos, heridos, detenidos, y luego comenzó la persecución a líderes de la Revolución Ciudadana.
Aunque desde diversas partes del mundo se condenó la arremetida de la policía y los militares, lo cierto es que siete personas perdieron la vida, mil 340 resultaron heridas y mil152 fueron detenidas.
En tanto, aún están latentes otras medidas económicas contenidas en el ‘paquetazo’ en virtud de un cuestionado acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que desmontan los logros sociales alcanzado durante el gobierno de Rafael Correa (2007-2017) y latente también un nuevo episodio de protesta social.
Chile, este fin de semana vivió las manifestaciones más fuertes de los últimos 30 años, con dos toques de queda, militarización de las calles, tanquetas, chorros de agua, balas de gomas, gases lacrimógenos, al estilo de la dictadura de Augusto Pinochet.
Las protestas estallaron por el incremento de la tarifa del pasaje del tren subterráneo y el sistema de buses Transantiago que significaba un aumento del 30 por ciento en el primero, más de un dólar, y 10 por ciento para el segundo.
A pesar del toque de queda, cientos de miles de chilenos se mantuvieron en las calles, retomaron su tradicional cacerolazo que se diría se escuchó de Iquique a Santiago y de Biobío a Valparaíso.
La diputada del Partido Comunista de Chile Karol Cariola aseguró que lo que comenzó con escolares evadiendo el metro, se transformó en una situación de violencia inédita en el país gracias a la incompetencia del gobierno de Sebastián Piñera y sus ministros.
Consideró que el diálogo es posible y necesario, pero sin militares apuntando al pueblo.
Asimismo, Pablo Sepúlveda Allende, nieto del presidente Salvador Allende (1970-1973), aseguró que Chile despertó y que las protestas de estos días son una rebelión contra el robo, el abuso y el saqueo al pueblo.
‘Entendamos que el enemigo es el sistema neoliberal y quienes lo sostienen’, aseguró el joven a través de su cuenta en la red social Twitter.
Sepúlveda Allende explicó que esta revolución social es la respuesta a un acumulado de décadas de injusticia, de una injusticia crónica por el saqueo, por el abuso, por la explotación a la mayoría del pueblo trabajador.
Chile es una república privatizada donde todo tiene dueño: el agua, el mar, el cobre, el litio, expresó al tiempo que denunció el robo de las riquezas por las transnacionales y los daños al medio ambiente.
Tanto Moreno como Piñera, tuvieron que derogar las medidas económicas que enardecieron al pueblo, sin embargo líderes sociales reconocen que se trata de una parcial victoria en sus luchas.
El actor, escritor y director de teatro chileno, Alejandro Goic, expresó dirigiéndose al mandatario del país que no se trata del Metro.
‘Es la salud, la educación, las pensiones miserables, el precio de la luz, de la vivienda. Es el robo institucional del agua. Es el robo en las Fuerzas Armadas, el carerajismo (vulneración) del empresariado, el abuso’, enfatizó.
Haití con sus crisis sempiterna, con su pueblo vapuleado por la pobreza vive casi en las calles en protesta. Argentina, el gobierno de Mauricio Macri, cuadruplicó su deuda externa y todo el peso cayó sobre la gente que ve encercer su vida. Para el politólogo argentino Atilión Borón, el clima de época ha cambiado y no solo en Latinoamérica.
Señaló que las falsas promesas ya no son más creíbles y los pueblos se rebelan: algunos, como en Argentina, desalojando a los voceros neoliberales a través del mecanismo electoral, y otros intentando con sus enormes movilizaciones -Chile, Ecuador, Haití, Honduras- poner fin a un proyecto insanablemente injusto, inhumano y predatorio.
‘Es cierto: hay un fin de ciclo en la región. Pero no como postulaban algunos, el del progresismo sino el del neoliberalismo, que sólo podrá ser sostenido, y no por mucho tiempo, a fuerza de brutales represiones’, aseveró Borón.