El día comienza y enciendo la televisión para captar con qué me va sorprender mi país (Chile-nota del editor) esta mañana.
Y lo obvio, el hecho que se ha tomado (la) opinión pública; «Evasión en el Metro de Santiago». Pero hay algo que me irrita y me avergüenza, el periodista esboza una sonrisa y le pregunta a un Ministro sobre el castigo que se les vienen a los estudiantes por este acto «subversivo», haciendo hincapié en esto. La autoridad gubernamental asegura que se les quitará los beneficios del pase escolar a quienes sean pillados (sorprendidos-nota del editor) evadiendo el pasaje. El notero finaliza la entrevista con un «Ministro lo dejo, porque sé que tiene mucho trabajo» (junto a una palmada en su espalda)…y esto se repite en mi cabeza: «Ministro lo dejo, porque sé que tiene mucho trabajo».
Pero primero antes de seguir, contextualicemos.
El anuncio del alza del pasaje en el transporte público no parece nada nuevo, durante años siempre ha ido en aumento, y la justificación de las autoridades parece no importarle a nadie. Pero ¿Para qué entenderlas? La mejor educación es acatar, asumir y aceptar. Total, hay que seguir trabajando…
Pero esto terminó. La nueva alza del pasaje en metro que llega a los 830 pesos (49.800 pesos chilenos mensuales) (o 69 dólares estadounidenses y 4.775 rublos rusos aprox.) no dejó a los estudiantes indiferentes, que reaccionaron tomándose los pórticos del transporte subterráneo, llamando a evadir para contrarrestar esta burla y desproporcionalidad, considerando lo bajo que es el sueldo mínimo y la escasez en las fuentes laborales.
Camino al metro. Se volvió a reventar una matriz de Aguas Andinas. Mientras se pierden miles de litros del agua que se está acabando en todo el mundo, recuerdo que vivimos en el único país del planeta donde el agua está en manos de una empresa privada. Me emputezco más. Pienso que esto bien podría ser una maniobra para distraer la atención respecto del estallido social que ha provocado el alza del pasaje. Que con esto quizá quieren apaciguar el descontento, socavar el movimiento.
Finalmente, humillar a la gente. Veo gente caminando a sus trabajos a pies descalzos, contestando a los periodistas que «hay que llegar igual a la pega (trabajo-empleo)».
Entro al metro, donde el caos es total. Logro subir a un vagón atestado de gente, y un recorrido que demora 25 minutos, hoy dura 45 minutos, mientras que la sudoración, estrés y voces de adultos mayores que culpan a estudiantes, se fusionan y son el elixir del viaje. El caos ha logrado su efecto, la gente lentamente se está poniendo en contra de los estudiantes que justamente están peleando para que no les roben más.
Saliendo me encuentro con la puerta de salida del metro cerrada y 25 pacos de FF.EE. (“Fuerzas Especiales” de Carabineros-policía militarizada chilena) protegiendo la entrada. No quieren que las bestias, animales y energúmenos de los sub-18 (peyorativo para referirse en mala manera a los estudiantes de parte del régimen chileno de turno-nota del editor), abusen ni le roben la platita del pasaje del Metro a los dueños de la pelota.
La manifestación de los estudiantes, una vez más ha sacado el verdadero yo que tienen las autoridades y poderosos de este país ¿Cuál es? La educación de la dictadura, la opresión como modo de racionamiento y por supuesto, nuestro lema «Por la razón o la fuerza». Fuerzas Especiales en la estaciones de metro, amenazas de un ministro de Estado para los que protesten, recorridos irregulares de los trenes, noticieros que muestran a jóvenes como energúmenos y una misteriosa explosión de agua que humilla y literalmente moja los pies de los trabajadores. Todo parece sacado de un manual calcado de un plan tipo «Gran Hermano» de George Orwell.
Una sociedad que vivió por casi dos décadas una dictadura, que vota por los mismos que se alinearon con los opresores, que elige dos veces como Presidente de la República a una persona que (ha) estado involucrada en varios delitos que tienen que ver justamente con la «evasión masiva» de impuestos.
Llevamos años evadiéndonos con alcohol, redes sociales, drogas, etc. del hecho de que nos están recagando (tomando el pelo-nota del editor) por todos lados. No deja de ser irónico que el Presidente sea un evasor de impuestos y que la mayor explosión de descontento social sea a través de la evasión masiva de los pasajes del metro.
Todo parece indicar que de tanto evadirnos, el mismo concepto nos estalló en la cara no dejando otra opción que despertar y enfrentar la feroz realidad que estamos viviendo.
Por Rony Armijo