Donald Trump afronta un impeachment. Iván Duque quedó en ridículo con su dossier contra Venezuela. Jair Bolsonaro ofreció el peor discurso de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (a pesar de que tuvo competidores de postín, como los dos anteriores). La élite política del Perú, sede del vociferante Grupo de Lima, sigue cayéndose a pedazos. Macri anda en cuenta regresiva y con una crisis económica monumental. El presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, quedó al descubierto como otro narcopolítico. Al chileno Sebastián Piñera ya ni siquiera le compaginan los libretos. Y, para completar, el Ecuador del renegado Lenín Moreno ha entrado en el torbellino del conflicto económico, social y político y él ha decidido enfrentar esa coyuntura con una clásica respuesta de gobiernos de derecha: decretar el estado de excepción.
En resumen, da la impresión de que tanto Trump como ese apéndice de su política contra Venezuela que es el Grupo de Lima están experimentando crisis simultáneas, algunas más intensas que otras, pero todas relacionadas con sus escenarios internos, esos de los que pocas veces hablan ellos, afanados como están en demostrar que el único asunto urgente del continente es derrocar a Nicolás Maduro.
La crisis también la sufre la oposición venezolana, específicamente la parte de ella que ha tomado el control desde hace meses (Voluntad Popular y Primero Justicia). Esto configura un momento de altísima peligrosidad para los pueblos de los países mencionados y también para Venezuela, pues siempre ha sido el subterfugio de estos gobernantes para distraer la atención y tratar de salir ilesos. En el trance en que se encuentran, no sería raro que pretendieran utilizarla de nuevo como un elemento distractor.
Oposición abollada
El sector opositor más directamente vinculado a EE.UU. y al Grupo de Lima viene de sufrir reveses consecutivos devastadores, como la difusión de las fotos de Juan Guaidó con cabecillas del grupo narco paramilitar los Rastrojos y la confesión de Lilian Tintori acerca de esas relaciones non sanctas. Previamente habían ocurrido las insólitas declaraciones de la pseudo embajadora en el Reino Unido, Vanessa Neumann, en las que recomendó ceder el territorio Esequibo a cambio de apoyo político internacional para el “presidente interino”.
En los días de la Asamblea General de la ONU, los resultados fueron desastrosos para el bando antichavista, pues una vez más crearon expectativas que estuvieron lejos de satisfacer. Ellos, que tanto presumen de tener control del escenario multilateral, salieron de los foros diplomáticos con las tablas en la cabeza.
La crisis interna se ha expresado también a través de síntomas como la renuncia (no dirigida a Guaidó, sino a su jefe político, Leopoldo López) del supuesto representante ante el Banco Interamericano de Desarrollo, Ricardo Hausmann, lo que según algunos analistas evidencia que importantes sectores de la burguesía nacional se están desentendiendo del Experimento Guaidó.
Las crisis del centro imperial, de sus satélites y la clase política opositora venezolana son simultáneas, aunque tal vez sea la misma crisis expresada en síntomas específicos en cada caso.
Trump contra las cuerdas
La apertura del impeachment a Trump sobrevino justo luego de su infame discurso ante la ONU en el que, una vez más, intentó responsabilizar de todos los males del planeta a los países a los que ha tachado de enemigos, una lista en la que hay superpotencias como China y Rusia y naciones de menor envergadura, pero rebeldes a sus órdenes, como Irán, Corea del Norte, Cuba y Venezuela. Puesto personalmente contra las cuerdas, la peligrosidad de este personaje aumenta exponencialmente.
Macri en picada
El gobierno de Mauricio Macri, en Argentina, viene con plomo en el ala desde las elecciones conocidas como PASO, en las que quedó clara su condición de minoría ante la opción de Alberto Fernández y Cristina Fernández. El hecho político desencadenó lo peor de la enfermedad económica y por eso, Argentina llegará a su primera vuelta electoral sumida en un cuadro que recuerda algunos de sus peores tiempos, previos al liderazgo de los Kirchner.
Duque en ridículo
La crisis viene tocando a la élite gobernante de Colombia desde hace meses, debido a lo nefasto que ha resultado el gobierno de Iván Duque. De allí sus grandes esfuerzos por desviar las miradas hacia Venezuela. Pero sus intentos han resultado también muy torpes, en particular el que hizo ante la Asamblea General de la ONU, utilizando fotografías que no corresponden ni en el espacio ni en el tiempo con las acusaciones que pretendía sustentar.
El escándalo ha causado severos daños a su ya golpeada imagen en la antesala de unas elecciones regionales y municipales. Esta situación, igual que ocurre con Trump, torna a Colombia en un adversario especialmente peligroso para Venezuela.
Lima descabezada otra vez
Si algo muestra la crisis del Grupo de Lima (al que la diplomacia venezolana llama “Cartel de Lima”) es la inestabilidad del país sede. Esta característica ya se había puesto de manifiesto cuando fue destituido, por corrupto, el presidente Pedro Pablo Kuzcinski, un personaje especialmente obsecuente ante las órdenes de Washington. En su lugar fue designado Martín Vizcarra, quien mantuvo la línea antivenezolana y la actitud subordinada con EE.UU.. Los problemas internos, de los que pretendían evadirse, terminaron por explotar y Vizcarra optó por disolver el Parlamento, causando un conflicto de poderes que la prensa global, al servicio del capitalismo hegemónico intenta maquillar a toda costa.
De haber ocurrido la disolución del Poder Legislativo en Venezuela, EEUU y sus aliados habrían ejecutado, casi con toda seguridad, la intervención violenta que han venido planificando desde hace mucho tiempo.
La narcopolítica a flor de piel
El discurso de EE.UU. y sus adláteres en contra de la influencia del narcotráfico en los gobiernos latinoamericanos ha quedado en ruinas en los últimos días. A las acusaciones difamatorias de Duque (rebatidas por la misma prensa colombiana) se suman las fotos reales de Guaidó con líderes del narcoparamilitarismo. Por si fuera poco, ahora queda clara la relación de Juan Orlando Hernández, el mandatario impuesto por EE.UU. en Honduras, con el narcotraficante más mediático del hemisferio en los últimos tiempos, el mexicano Joaquín “el Chapo” Guzmán.
Se hace evidente que aquellos que constantemente tachan al gobierno de Venezuela como una narcodictadura son precisamente quienes más explicaciones tendrían que dar acerca de sus nexos con los grandes jefes del tráfico de drogas.
Ecuador, al estilo Carlos Andrés Pérez
En las últimas horas se encendió otra luz de alarma en el tablero de la derecha hemisférica. Ahora se trata de Ecuador, cuyo pueblo ha comenzado a rebelarse contra el gobierno cada vez más neoliberal de Lenín Moreno.
Las más recientes medidas económicas, de corte claramente fondomonetarista, han colmado la paciencia de las masas, especialmente de quienes votaron por Moreno bajo la creencia de que continuaría, a grandes rasgos, con las políticas económicas de Rafael Correa.
Ante las protestas populares, Moreno ha reaccionado al mejor estilo de los regímenes de derecha de Latinoamérica a lo largo de la historia, decretando el estado de excepción y ordenando la escalada de la represión. Es una respuesta que en Venezuela se conoció en todo su dramática intensidad, en febrero de 1989, al inicio del segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez.
Una vez más, hay que preguntarse cuál habría sido la actitud de los demás gobiernos de la región si el de Maduro hubiese decretado alguna vez el estado de excepción o la suspensión de las garantías constitucionales, en circunstancias en las que mucha gente lo recomendaba, como fue el caso de los cuatro meses de violencia terrorista de 2017 o luego del intento de magnicidio del 2018.