Se realizaron grandes manifestaciones y huelgas en toda Francia a medida que aumentaron los esfuerzos para detener los retrocesos de mentalidad austera al sistema de pensiones. El presidente Emmanuel Macron quiere desmantelar el sistema actual a favor de un plan único que omita cualquier distinción entre trabajo manual y trabajo de oficina.
Además, la edad de jubilación se elevará efectivamente a dos años, a 64 años. El gobierno dice que más austeridad es la solución a una década perdida de crecimiento económico, pero el escepticismo es generalizado.
Encuestas recientes mostraron que más del 70% de Francia no tiene fe en que el gobierno propondrá una «buena reforma de pensiones», lo que demuestra cuán profunda se ha vuelto la sospecha antigubernamental.
La misma encuesta también encontró que el 70% del país ve a Macron como un derechista y no un centrista. La oposición a la reforma de pensiones cruza las líneas de clase. Los abogados bien pagados marcharon junto a las azafatas de las aerolíneas en París.
El llamado «sistema universal» se percibe como una combinación de impuestos a las pensiones más altos, jubilación retrasada y pensiones reducidas para todos, excepto los accionistas, las empresas y los ricos.
El malestar social provocado por la austeridad de la derecha ha llegado a un punto de ebullición: la semana pasada fue testigo del «Viernes Negro», la mayor huelga de transporte público en más de una década.
Esta semana está llena de trabajadores en huelga, y el sábado 21 de septiembre será el mayor día de disturbios antigubernamentales en meses.