Pese a que la ayuda humanitaria sea vista como algo positivo, durante sucesos puntuales de la historia mundial se ha utilizado como un instrumento político ventajista.
El presidente venezolano Nicolás Maduro instó este lunes a quienes dicen que quieren ayudar a Venezuela con una supuesta ayuda humanitaria, a desbloquear las cuentas que contienen el dinero que sistemas financieros del mundo tienen represados al Gobierno venezolano para adquirir medicinas y alimentos.
«Si quieren ayudar a Venezuela que cese el bloqueo, que liberan las cuentas bancarias, y Venezuela por su propio camino saldrá adelante como siempre lo ha hecho a lo largo de su historia», sostuvo el presidente Maduro.
El mandatario recordó el caso de Puerto Rico, al que dejaron «solo después del huracán, pues lo único que quieren es humillar al pueblo de Venezuela», por lo que determinó que no permitirá que a su nación se le humille.
¿Herramienta política?
Pese a que la ayuda humanitaria que promueve EE.UU. sea vista como algo positivo por diversos sectores de la derecha nacional e internacional, esta nación la ha utilizado como una herramienta política ventajista en varios ámbitos a lo largo de la historia mundial.
Casos como los de Yugoslavia, Irak o Libia, que se vieron intervenidos por entes externos por medio de sanciones (por parte de la ONU en el caso de Yugoslavia) o la violencia (la supuesta guerra contra el terrorismo de EE.UU. contra Irak) son ejemplos de cómo operan las células imperialistas externas con respecto a este tipo de situaciones.
Disfrazadas como ayuda, el negocio que representan para países como EE.UU. el envío de la misma representa un negocio multimillonario. En Irak, la Agencia de los EE.UU. para el Desarrollo Internacional (Usaid por su sigla en inglés) reportó que, entre 2014 y 2017, la financiación de «ayuda humanitaria» para Irak fue de 1,7 mil millones de dólares.
Sin embargo, la invasión de EE.UU. a Irak fue una acción militar para lograr el control de los recursos petroleros de la nación árabe y expandir su posición geoestratégica en el Medio Oriente, por lo que su «lucha contra el terrorismo» se convirtió en una guerra civil.
Miles de las muertes de iraquíes reportados entre 2003 y 2011 fueron resultado de tiroteos, bombardeos, ataques aéreos u otras formas de violencia, mientras que el resto se debió al colapso del sistema de sanidad y de las infraestructuras que mantenían el agua potable, la alimentación, el transporte, la gestión de residuos y la energía.
Mismo caso en Libia, en el que la «crisis humanitaria» fue declarada en febrero de 2011, tras una serie de supuestas protestas que en el fondo constituyeron una escalada violenta parecida a las guarimbas venezolanas. Esta situación originó que múltiples ONGs (Organizaciones No Gubernamentales) recomendaran al Consejo de Seguridad de la ONU «revisar la situación y considerar su remisión a la Corte Penal Internacional».
Esto fue escuchado por el Consejo de Derechos Humanos, que siguió la recomendación y posteriormente el Consejo de Seguridad adoptó las resoluciones 1970 y 1973 y, aunque albergaban la necesidad de usar la diplomacia para encontrar una solución pacífica, el bombardeo no tardó en empezar.
Entre 2012 y 2015, el PIB de Libia cayó de 82 a 29 mil millones de dólares. En 2008, tres años antes del ataque, llegó a ser de 87 mil millones de dólares. La deuda pública aumentó desde 3,7 por ciento en 2013 al 100 por ciento en 2017.
Desde que la OTAN declaró a Libia «liberada» después del asesinato del mandatario Muamar el Gaddafi en octubre de 2011, el país se ha sumido en el caos.
En Venezuela se ven replicadas estas estrategias en la actualidad. Crisis humanitaria, sanciones e injerencia son algunos de los métodos expuestos por gran parte de la opinión pública internacional para justificar un intervencionismo en el país, pese a que estas tácticas han demostrado que sólo dejan miseria y destrucción a su paso, como se vislumbró en las naciones citadas previamente.