Del 6 al 12 de noviembre se llevará a cabo un ejercicio militar conjunto auspiciado por las Fuerzas Armadas brasileñas en la triple frontera entre Brasil, Colombia y Perú con la participación de Estados Unidos.El ejercicio se denomina “Operación América Unida” o “Amazonlog 17”.
Por primera vez, se prevé la instalación de una base militar internacional temporal en la ciudad de Tabatinga (estado de Amazonas, Brasil) fronteriza con Leticia (Colombia) y Santa Rosa (Perú). El ejercicio consistirá en simulaciones militares dirigidas desde la base multinacional y el objetivo “oficial” es prepararse para una situación de “carácter humanitario”.
Por un lado, no solo es curiosa en sí misma la presencia de tropas de EE.UU. en la zona de la Amazonía, sino que es preocupante la meta relativa a atender cuestiones de “carácter humanitario”, considerando la permanente presión para desestabilizar a Venezuela (especialmente alarmante durante la primera mitad de 2017). El Comandante del Comando Sur, Kurt Tidd, en su informe ante el Congreso estadounidense (2017) declaró: “La creciente crisis humanitaria en Venezuela puede obligar a una respuesta regional”.
Este tipo de advertencia se suma a una serie de prácticas de las fuerzas de seguridad estadounidenses que exceden la guerra contra las drogas y el terrorismo -ámbito por excelencia de las Fuerzas Armadas (FFAA) de EE.UU. en América Latina- que incluyen cursos de entrenamiento y operaciones conjuntas con FFAA de América Latina para enfrentar la “amenaza del cambio climático”, control de movimientos migratorios, desarrollar “asistencia humanitaria” y la “preparación frente a desastres naturales”.
Por otro lado, y no menos preocupante, la presencia militar de EE.UU. en Perú, Colombia y Brasil es en algunos casos de larga data, además de extenderse por diversas zonas y con múltiples objetivos. Se trata de hechos y procesos poco conocidos, que tienden a ocultarse deliberadamente de la opinión pública, a pesar de que vienen operando para legalizar y naturalizar la intervención, ocupación y control del territorio por parte del complejo industrial militar de EEUU.
En términos generales, esta presencia estadounidense en la región debe ser comprendida en el contexto de disputa global por el control político, económico y científico de los recursos naturales, en el que la Amazonía en su conjunto ocupa un rol prioritario a causa de sus enormes reservas de hidrocarburos, agua, minerales y biodiversidad.
Asimismo, es fundamental tener en cuenta el escenario regional a partir de la nueva articulación geopolítica que se abre con la caída de Dilma Rousseff y el giro conservador en Brasil que, junto a países como Colombia y Perú, se suma a los gobiernos alineados a la doctrina de seguridad hemisférica, en clave opuesta a la trayectoria del progresismo en la región.
Como hemos mencionado en un inicio, esta permanente y extendida presencia de fuerzas de seguridad de EEUU en la Amazonía, geográficamente muy cercana a Venezuela, levanta la voz de alerta. Pero no es el único motivo de preocupación. En virtud de lo expuesto aquí, y considerando los casos puntuales abordados, destacan al menos las siguientes cuestiones.
En el caso de Brasil, “anfitrión” de la Operación América Unida, vale recordar que durante los gobiernos del PT, se mantuvo una política de soberanía respecto de la Amazonía, que blindaba de algún modo la estrategia estadounidense y ponía freno a proyectos de “internacionalización” de esa región (tal como lo plantea la Estrategia Nacional de Defensa de 2008).
Como se mencionó, en el 2003 el gobierno de Lula da Silva puso fin a las negociaciones con Estados Unidos para el uso de la base de Alcântara, pero el gobierno de Temer retomó este proyecto. De modo que los ejercicios conjuntos en la Amazonía marcan una reversión en lo relativo a la soberanía en zonas geoestratégicas.
Con respecto a Colombia, si bien es ampliamente conocida la injerencia de FFAA de EEUU en el país en el marco del Plan Colombia, hoy es más importante que nunca la publicidad y visibilidad de las acciones de las FFAA colombianas, en un contexto de firma de la paz que ha llevado al desarme de las FARC pero también a la proliferación del paramilitarismo.
En lo referido a Perú, llama la atención la escasa publicidad y difusión sobre la extendida presencia de las fuerzas de seguridad estadounidenses en ese país en regiones geopolíticas y geoeconómicas estratégicas.
A partir de la firma del Tratado de Libre Comercio Perú-EE.UU., se permitió la licitación de la Amazonía peruana para explotación y exploración de petróleo, la privatización de los recursos minerales y energéticos. Esto, en continuidad con prácticas de larga data que afectan directamente a las poblaciones que habitan esos territorios (incluyendo la represión y expulsión) codiciados por el sector privado/público de EE.UU. y los sectores locales vinculados a esos negocios.
La presencia militar de EE.UU. en la región no solo nos alerta sobre la mayor incidencia/dependencia de los lineamientos de seguridad del país del Norte en América Latina y la cada vez mayor capacidad de vigilancia, acceso a información y recursos en “tiempo real”.
También advierte sobre el impacto en aspectos fundamentales relativos a la soberanía, la ampliación de la vigilancia (incluida la ciber-seguridad); el alcance del rol/acción de las FFAA (en “reemplazo” de personal civil); la “apertura” de espacios como la Amazonía a la rapiña por recursos de todo tipo; la influencia/apropiación de desarrollo tecnológico por parte de empresas y del sector industrial militar de EEUU, entre otros aspectos que deberían formar parte de un amplio debate público.
Por último, pero no menos importante, los países que participan en la Operación América Unida forman parte a su vez del Consejo de Defensa Suramericano (CDS) de UNASUR, que fue creado tanto en una lógica de estrechar la cooperación entre las FFAA regionales, como para reforzar la autonomía frente a EE.UU. ¿en qué lugar queda el CDS en este creciente reforzamiento de las relaciones militares con EE.UU?